domingo, 10 de mayo de 2009

130.- SAN NEFASTO ¿ES EL 9 DE MAYO?

Pues posiblemente, de existir esa onomástica, no me extrañaría que hubiese caído en el dia de ayer. Tenía pensado pintar, o, si no podía pintar por el mal tiempo, que venían los telediarios amenazando con agua para el sábado, por lo menos dejar hecho lo que no acabé de hacer el último día: la puesta a punto de la BMW y apretar un poco la dirección de la Honda, que ha estado toda la semana haciendo un clock al tocar el freno que me suena que debe ser algo de holgura en la pipa de la dirección. Esto, por supuesto que quería hacerlo, pero en el fondo lo que estaba deseando era pintar como fuese, que me conozco, y eso de tener la pintura comprada me estaba quemando. Todavía no tenia muy claro cómo iba a resolver el problema del doble fileteado, si pintando, si poniendo una cinta de vinilo, si laquearla encima, pero era algo a resolver cuando llegase el momento (muy propio mio eso de improvisar). Total que el día amaneció como estaba previsto que amaneciera: nublado. Me asomé a la página del tiempo y, efectivamente, agua a lo largo del dia, y en vez de volver a meterme en la cama y esperar ocasión más propicia, me puse la ropa de moto, me monté en la Honda y antes de las once de la mañana estaba en Ronda. Tenía que haber llegado media hora antes, pero a la altura de Algodonales me encontré a dos Yamaha paradas en la carretera con los conductores arrodillados junto a ellas en evidente imagen de estar arreglando algo. Me paré y les estuve echando una mano. En un bache la rueda trasera de una de ellas había topado con la matrícula y había organizado una pequeña escabechina con la placa portamatrículas y los intermitentes. Usamos las juntas de los quitamiedos para enderezarla (mira por donde, por una vez han servido para algo bueno) y con un trozo de alambre que encontré junto a un vallado pudimos dejar aquello en condiciones de marcha, e incluso con buen uso de indicadores. Nos despedimos y cada uno continuó su camino.
Como decía antes, llegué a Ronda un poco antes de las once. Todo el camino había estado atento al movimiento de los árboles, porque estaba nublado, pero no hacía nada de viento. Recuerdo que iba diciéndome a mi mismo: "ni un soplo de viento, pues verás como en cuanto llegue tengo una ventolera de mucho cuidado..." Pero no, me acercaba a Ronda y ni una rama se movía. La Indiana y todo en calma, y en Ronda también. Me bajo de la moto, me quito el casco y silencio absoluto (demasiado, pienso ahora, a toro pasado, como presagiando tragedia...) Me quité la chaqueta, puse música, enchufé el compresor, con lo que la música dejaba de oírse) y me dispuse a organizar las piezas a pintar, para lo que cogí dos ventanas viejas que habían sido destinadas a leña, las coloqué encima de unos taburetes a modo de mesas, y sobre ellas dispuse lo mejor que supe las distintas piezas, a excepción del guardabarros trasero, que no me cabía y que acabé colgándolo de una tubería que suelo usar como tenderete para pintar.

¡Increíble! seguía sin soplar viento. Otras veces ha esperado a que sacase las piezas o a que encendiese el compresor, pero esta vez me estaba respetando. No me lo podía creer. Corrí adentro y me puse a preparar la pintura. Había comprado una monocomponente de color rojo Ducati.

Esta pintura, según me explicó el profesional de la tienda, se prepara mezclándola con disolvente a razón de 10 partes de pintura y 8 de disolvente, y así lo hice. Me gustaba el color.

Cuando salí me di cuenta de que el guardabarros trasero colgando no iba a ser una buena idea, así que volví a distribuirlo todo. Cargué la pistola y me puse a la tarea. Seguía el aire en calma y había que aprovechar, así que ¡ole yo! sin probar siquiera la pistola y pensando que "total si el guardabarros trasero apenas se ve..." le pegué un chinguetazo que ahí se ve: con unos descolgados de exposición.

No pasa nada, eso se arregla antes de la segunda mano y no se nota nada. Corté un poco el flujo de pintura y continué pintando, pero el color no era exactamente el que yo había preparado. Se había aclarado algo con la disolución (este efecto se acentuó después con la laca).

Hasta ahora, salvo el pequeño problema de los descolgados en el guardabarros, todo bien. Solo había que esperar a que se secase la pintura para raspar los descolgados y dar una segunda mano. Pero, hete aquí, que como no hay dicha perfecta, a falta de viento vinieron las mosquitas. ¿Qué demonios tendrá la pintura que las atrae de esa forma? Una, y otra, y otra, y las iba quitando y venían mas. El cabreo empezaba a ser de los de no estar a mi lado. Cuando por fin se secó, las mosquitas dejaron de venir, pero me temía una segunda oleada en cuanto diese la segunda mano. Bueno, el primer ataque, aun con cabreo, lo había solucionado de forma satisfactoria; la mayoría habían salido con un soplido, y las que no, pues las había retirado con un palito, así que, manos a la obra: raspé con una lija suave los descolgados, que desaparecieron sin problemas, preparé una nueva carga de pintura y me puse a pintar. Pero esta vez las mosquitas no venían de lejos; seguramente se habían quedado parapetadas detrás de la casilla de la luz y en cuanto me puse a pintar aparecieron como las moscas de la miel, y como ellas empezaron a quedarse pegadas, y ahora no se iban con un soplido, y si las quitaba con un palito se me quedaba la señal, y ademas es que no podía atender a todo a la vez, incluso alguna mosquita suicida se interpuso en el propio aerosol, quedando enterrada. Un desastre, vamos.

Con un cabreo del 12 acabé de pintar, y no por nada, que yo le habría dado una tercera mano después de quitar las mosquitas, sino porque se me había acabado la pintura.
Bueno, a lo hecho, pecho, que dicen por ahí. Empecé a llevarme dentro las piezas para ponerles el fileteado, que finalmente había decidido, dado el panorama de las mosquitas, que iba a ser con cinta y después lo laquearía todo junto. Las tapas de la batería, sin problemas. Si, ya sé que no son sus pegatinas, pero dicen lo mismo, se ven mucho mejor y son mucho más baratas.

A continuación el doble fileteado para el guardabarros delantero, que me dio muchísimos problemas, tanto para seguir la curva, como para sujetar el propio guardabarros mientras usaba las dos manos guiando la cinta, como para que se quedara pegada la muy puñetera.

Seguidamente se las puse al colín, con problemas en las curvas, y eso que no eran muy pronunciadas,

y al carenado, pero el fileteado inferior decía que nones y en nones se quedó.

No había forma de que la cinta pegase sobre la pintura, así que pensé que tal vez si pusiese una manita de laca la adherencia sería mejor. Preparé la laca en la proporción de tres partes de laca y una de endurecedor, aliñándolo con un poquito de disolvente (tanto como endurecedor), cargué la pistola sin limpiarla, para que, como me habían aconsejado, las ultimas gotas de pintura se mezclasen con la laca, que da un mejor resultado, y empecé a laquear. Apenas había acabado con la primera pieza, el depósito, se levantó todo el viento que había estado escondido, y encima soplaba con fuerza y desde donde no podía esconderme de él, del suroeste. Pero no me iba a retirar; ya he pintado con viento muchas veces, y es cabreante, pero con la laca preparada no me iba a echar atrás. Allí que seguí echando laca; una parte le caía a las piezas, otra me caía a mí, y otra se iba a la atmósfera sin hacer nada. Por lo menos las mosquitas no aparecerán, me dije; y así fue, pero en su lugar llegaron polvo y hasta pelusas. ¡Qué cabreo! Acabé como pude de dar la primera mano de laca y ya solo quedaba esperar a que se secase y volver a poner las cintas. ¿No va a parar de soplar el viento en toda la mañana? Pues dejo la pistola ahí quietecita y en cuanto pare un poco el viento sigo... ¡Tararí que te vi! ¿Que no tengo bastante con el viento? Pues con las piezas recién laqueadas se pone a llover, pero a llover fuerte, de tormentazo veraniego... El espectáculo de verme correr acarreando piezas para adentro intentando no tocarlas por donde pringaban y soltando todas las imprecaciones del catálogo, debió haber sido memorable; gracias a Dios no había nadie allí para grabarlo, que me podía haber arrepentido toda mi vida si me lo encuentro en youtube...
Afortunadamente la cosa se salvó solo con el susto. Coloqué las piezas en el suelo y mientras veía como llovía, me planteé seriamente acabar el trabajo que tenía que haber hecho en vez de pintar.

La BMW estaba en la mesa; solo había que subirla, y eso se hace en dos patadas, y ademas de verdad, así que, manos a la obra. Lo primero de lo primero: vaciar el aceite de la caja de cambios; se abre el tapón de vaciado et voilá, al cajón del aceite usado.

La situación era tal que así: La BMW en lo alto de la mesa escurriendo las últimas gotas de aceite, las piezas recién laqueadas en el suelo, algunas de ellas sobre periódicos, porque según se me iba ocurriendo, cogía la pistola y les daba una mano de laca. La ventana, obviamente, abierta, que había que ventilar de cualquier manera, y fuera cayendo la gorda.

Estuve alternando los diversos trabajos de mecánica con el laqueado de piezas, para lo cual las iba moviendo de sitio, acercándolas a la puerta del garaje para no respirar demasiados vapores. Los trabajos de mecánica que hice fueron cambiar el aceite de la caja de cambios (800 cc de SAE 90), el aceite del cardan (150 cc de SAE 90) y el aceite del grupo cónico trasero (250 cc de SAE 90).

A todo esto, mientras los aceites iban pasando, yo salía fuera a lavarme las manos en la pila para no manchar la pistola mientras seguía dando unas manitas de laca, y de paso me ponía empapado.

Una vez cambiados los aceites me puse con el reglaje de válvulas. Para ello, así rápidamente, lo que se hace es quitar la tapa del cárter del alternador (antes hay que quitar la rejilla del carenado y soltar el radiador de aceite).

Seguidamente se abren los culatines de ambos cilindros y se quitan las dos bujías. Con una llave allen actuando sobre el alternador en el sentido de las agujas del reloj se ponen los pistones en punto muerto superior (marca OT) en la ventanilla del plato de inercia (a la izquierda de la moto, junto a la varilla del aceite) y se actúa sobre el cilindro que no está cruzando válvulas en ese momento. Se aflojan las contratuercas y se ajusta con una galga a 0,10 mm en admisión y a 0,20 mm en escape. Se aprietan bien las contratuercas y se va uno al otro cilindro. Se vuelve a actuar sobre el alternador con la llave allen hasta que vuelva a aparecer la marca OT, con lo que estamos en el punto muerto superior y ahora se están cruzando las válvulas que acabamos de ajustar, así que podemos ir a ajustar las del otro cilindro. Se repiten las operaciones y se cierran los culatines. Como consejo: para quitar y poner el culatín del lado derecho es muy aconsejable quitar la tuerca del tubo de escape, porque si no, la tuerquecita que sujeta el culatín, que está a su lado, es dificultosa de poner.

Hay que acordarse, al volver a montarla, de poner un poco de grasa de cobre para evitar gripajes.

Al ir a cerrar el culatín del lado izquierdo me dí cuenta de que el esparrago central había pasado la rosca en la culata. Últimamente le había puesto un poco de pasta sintética de esas que se ponen duras al poco tiempo para sujetar el espárrago, pero ya era hora de poner un inserto roscado. No iba a desmontar la culata para ponerlo, así que con el taladro y una broca adecuada impregnada de grasa para que recogiera las virutas, perforé lentamente y con cuidado el orificio; a continuación hice una nueva rosca con una terraja del tamaño adecuado también impregnada en grasa

y con el adminículo correspondiente inserté un helicoil, rompiendo la lengüeta cuando entró completamente,

coloqué el espárrago con una gota de fijatornillos, y problema resuelto.

Antes de cerrar el culatín, limpié con aire a presión (mucha presión) cualquier posible resto metálico que hubiera podido quedar).
A todo esto, seguí laqueando hasta que acabé toda la laca que había preparado, y aún seguía lloviendo, pero ya de forma mucho mas suave. No me había llevado traje de agua, así que si no quería ponerme chorreando, la única opción para volver era la BMW, porque la Sprint estaba limpísima.
Mientras esperaba la hora de marcharme, y dado que a la pobre Honda le había caído toda la tormenta y había ablandado todos los mosquitos que llevaba encima, decidí darle un buen fregado y dejarla preparada encima de la mesa para apretar la dirección el próximo día.

A todo esto, el panorama meteorológico había mejorado mucho. Está claro: una vez que ha fastidiado bien te pone una sonrisita. No sé a quién me recuerda...
Recogí todo y me monté en la BMW para volver. Arrancó a la primera, con el ralentí algo bajo (me ha quedado hacerle la carburación, pero es que hay que hacerla en caliente) pero sonando estupendamente, y con el sonido a maquina de coser cuando se calentó un poco. Como dice MrTwinflat, válvulas que suenan, válvulas felices.
Ya llevaba hechos unos veinte kilómetros del camino de vuelta cuando me acordé de que no le había puesto las juntas metálicas a las conexiones del radiador de aceite, y que el último día tiraba aceite cuando el motor estaba funcionando. Se me pusieron de corbata y me paré inmediatamente a ver cómo estaba aquello. Efectivamente, caía una gota cada medio minuto más o menos, tanto por el tapón inferior como por la conexión más externa.

Miré la varilla del aceite que, lógicamente, estaba bien porque no había dado tiempo a perder mucho, y me di la vuelta. La metí en el garaje y saqué la Sprint ¡qué remedio! que en caso de lluvia protege algo menos que la BMW pero infinitamente más que la Honda.
La vuelta, bien; pensando en los múltiples cabreos del día y, afortunadamente, no me cayo ni una gota de agua. Me temo que no me ha quedado muy bien la pintura, y sobre todo, que no me ha quedado del color que yo esperaba, que era algo más oscuro, como estaba antes de añadir el disolvente y como estaba en el catálogo de colores de la tienda. Bueno, ya improvisaremos.

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