lunes, 23 de marzo de 2009

122.- CASTILLOS, FAMILIA E IMPOSIBLE APAREJAR

El sábado amaneció alegre como todos los sábados. Solo el hecho de no tener que ir a trabajar ya le da al día un tonillo que para sí quisieran los lunes con esas ojeras tan marcadas... Este sábado teníamos comida familiar. Mi prima Ana nos invitaba a un almuerzo (cocido y pringá) en Valdivia, donde hemos pasado muchos días de la ya lejana infancia. Valdivia está en Montellano, a unos 60 km de Sevilla; como quien dice, ahí al lado, y de hecho paso por allí siempre que voy a Ronda, así que la carretera me es archiconocida. Sin embargo, siempre quedan cosas por ver, y esta vez, aprovechando que habíamos salido con tiempo, decidí hacer turismo y visitar el Castillo de las Aguzaderas, castillo que siempre dejamos un poco de lado, quizás por tenerlo tan visto desde la carretera, a apenas un par de cientos de metros, y porque es un castillo colocado en una vaguada en lugar de estar colocado en alto como la mayoría de los castillos, y eso le hace parecer menos importante. Está situado a unos 3 km de El Coronil, y sus referencias cartográficas, por si alguien quiere ir guiado por el GPS, son 37º 3' 7" N y 5º 37' 36" O.

Total, que nos plantamos en la puerta principal del castillo, aparcamos la moto y nos fuimos a visitarlo. No solo no hay que pagar entrada, sino que no hay nadie que cuide de que no se hagan barrabasadas allí, lo que por un lado resulta agradable, pero por otro lado no deja de ser un poco imprudente teniendo en cuenta como se las gastan los malos.
El Castillo de las Aguzaderas está en plena banda morisca (la frontera con el Reino de Granada) y su nombre se debe a que, según la tradición, en sus piedras se afilaban los colmillos los jabalíes de los bosques aledaños. Cualquiera que pase hoy por allí verá que los bosques se han quedado reducidos a diez matojos, un par de eucaliptos y las opuntia subulata que crecen junto a la puerta de entrada. La finalidad de este castillo era proteger una fuente que hay a su lado, encerrada en un recinto adosado, y que es el manantial mas importante de toda esta zona.

El castillo, como puede verse en el plano, es de planta rectangular, con torres en las esquinas y dos torres semicirculares en medio de las murallas. La torre del homenaje es muy amplia y cuenta con dos grandes habitaciones, y algunos de sus muros tienen mas de tres metros de espesor. A prueba de flechas, si señor. Para subir a las murallas existe una escalera bien empinada que, siguiendo la moda de aquellas épocas, no llevaba pasamanos ni elementos de seguridad.

Luchando con el vértigo conseguí subir a las almenas, pero no fui capaz de subir a la torre semicircular. Me pudo el miedo a que se me doblasen las piernas. Debería tratarme esto; no es normal que un rondeño tenga vértigo... De todas formas, solo desde las almenas ya daba un poquito de impresión, tanto mirar para abajo como hacia el frente, hacia la torre del homenaje...

Desde abajo me sentía mas seguro, y podía fotografiarlo todo sin ese miedo absurdo del vértigo, porque es realmente absurdo, ya que si cogiera una Cota 348, por ejemplo, sería casi capaz de subirme a la almena montado en ella, y si no de subir, que la escalera creo que es demasiado para mí, sí de pasearme por todo lo alto de la muralla sin sentir nada de vértigo, pero ¡ay amigo! andando es otra cosa...

Las escaleras para subir a la torre del homenaje se las traían. La conclusión que saqué de ellas es que los moros tenían unas piernas tremendamente fuertes, ya que aún hoy, dos días después, sigo teniendo agujetas en los cuadriceps, y por más que lo intento no consigo recordar haber hecho nada más que pidiese la colaboración de esos músculos.

El techo de las dos habitaciones de la torre grande es abovedado, y pequeñas ventanas se abren en los muros; ya se sabe, para poder pegar flechazos y que no te los den a ti..

Una vez en todo lo alto se pueden ver las otras torres, el patio del castillo, una torre pequeñita redonda, que no sé qué utilidad tenía, lo mismo era para guardar los cascos y las lanzas, y entre las almenas se pueden ver las torres circundantes (Torre de Lopera, Torre del Águila...)

En realidad pienso que he mejorado algo del vértigo, pues en este castillo, al menos he sido capaz de subir hasta todo lo alto, porque recuerdo que en el Castillo de Loarre me quedé en la puerta y dije que no, y era que no. Vamos, que no subí. Bueno, eso de que he mejorado es relativo... teníais que haberme visto bajando las escaleras de espaldas y agarrado a la barandilla... aunque en las fotos se ven bien por el flash, aquello estaba oscurísimo, y había que ir tanteando los escalones con la puntera de la bota para asegurar el paso ¡maldito vértigo!

Abandonamos el Castillo de las Aguzaderas y nos fuimos hasta Valdivia (cinco minutos más de carretera) y mira por donde, no llegamos los últimos, a pesar de que nos habíamos entretenido más de la cuenta haciendo turismo.
En Valdivia, reunión familiar: mi madre, mi tía Pilar, mis hermanos Joaquín (y su esposa, María Dolores) Ana Mary y Silvia (faltaba Javier, que le pasa lo mismo que al prove Migué, que hace mucho tiempo que no sale), mi prima Ana y su marido, Juan. Un estupendo cocido, miles de recuerdos saliendo de cada rincón de Valdivia, charlas, alguna que otra foto... un día muy agradable.

Quiero poner aquí, especialmente, una foto, hecha cincuenta años después en el mismo sitio y con los mismos protagonistas: mi prima Ana y yo. Entre los dos, en el suelo, la foto antigua. La pongo grande, que se vea bien. Medio siglo entre una y otra fotos.

El domingo tocaba trabajar algo en la moto, así que me levanté temprano con la esperanza de que no hiciese viento, porque quería aparejar al menos el depósito de la BMW para evitar que se empiece a oxidar. En Sevilla, nada de viento, pero llegando a Ronda parecía que se habían reunido todos los vientos del mundo para comer: lo mismo soplaba norte que daba la vuelta y soplaba sur, y no faltaban ni el levante ni el poniente, y encima con intensidad bastante como para desistir de cualquier intento de acercarse siquiera a la pistola.
De todas formas aproveché para seguir lijando el colín, acabar de lijar la tapa izquierda de la batería y arreglar una rotura del carenado con fibra de vidrio.

También lavé la Sprint, que se quedaba, y le hice unas cuantas fotos a la Honda con su nuevo aspecto, ya que el otro día no pude hacérselas al no haberme llevado la cámara.

Me volví en la BMW, a la que, aprovechando la ya cercana revisión de los 20.000 km quiero hacerle un arreglo del caballete, que está un poco cedido, así que iré un día de estos a comprar los casquillos, que suelen machacarse con el uso (nº 16 en el dibujo).
Supongo que también estarán algo doblados los tubos, asi que tambien les daré una racioncita de enderezamiento, y ya puestos, pues limpieza intensiva y pintura.

viernes, 20 de marzo de 2009

121.- ¿TORRIJAS Y MOTOS?

Pues no desentonan tanto como se pueda pensar en un principio. Algunos de mis lectores me preguntan, no sé si con algo mas de sorna que de curiosidad, que si no hago algo más que enredar con las motos. Obviamente, hago muchas mas cosas; ya se sabe que las mentes inquietas raramente descansan, pero este blog va de motos y así va a seguir; no obstante, a petición de algunos amigos, pongo aquí la receta de las torrijas, ahora que se acerca la Semana Santa, para que se endulcen un poco la vida y, de paso, añadan unos centímetros a su ya amplia cintura, que esto lleva calorías de las de guardar junto al ombligo. ¡Va por vosotros!
Tomaremos, para empezar, una pieza de pan que habremos preparado previamente (yo hago mi propio pan y ya os contaré otro día las formas de hacerlo) o que habremos comprado a este efecto en una panadería, solicitando al amable tendero que nos lo sirva especial para torrijas. La preparación, para el que no se haga su pan, consiste, exclusivamente, en dejarlo unos dos o tres días hasta que empiece a ponerse incomible (las mujeres dicen que se ha asentado, y así será, si ellas lo dicen). A continuación cortaremos el pan primero en rebanadas de un grosor de 1,5 cm y después volveremos a cortar las rebanadas, o no, según el tamaño torrijero que queramos, a saber: grande (sin cortar), mediano (cortar por la mitad) o pequeño (cortar en cuartos). Yo he preferido, por esta vez, hacerlas en tamaño mediano.

Previamente habremos preparado dos litros de leche que habremos hervido con la corteza de un limón, diez cucharadas de azucar y una rama de canela y habremos dejado enfriar. Una vez fría, la depositamos en una bandeja, y en ella ponemos las rodajas de pan para que se empapen bien.

Mientras el pan se impregna bien con leche batimos tres huevos en los que rebozaremos las torrijas para freírlas. Obsérvese que hasta alguien como yo, capaz de pintar una moto vestido de domingo, se pone un delantal, luego es facil mancharse ¡ojito!.

Una vez rebozadas, solo nos queda freírlas en abundante aceite muy caliente (190 ºC) hasta que queden bien doraditas.

y apartarlas en un plato con papel absorbente para dejarlas bien secas de aceite.

Mientras vamos friendo torrijas, podemos preparar un almíbar con miel y agua en la proporción que nos guste, ya que hay a quien le gusta más espesa, y a quien le gusta más líquida.

Esta mezcla de agua y miel la ponemos al fuego hasta llegar a un hervor ligero y la dejamos enfriar.

Depositamos las torrijas sobre una fuente grande y las dejamos bañándose en el almíbar durante unas horas, regándolas con un cazo de vez en cuando. Y ahí estan nuestras torrijas:

Solo queda hincarles el diente. Por cierto, al ser un dulce propio de Cuaresma y de Semana Santa, goza de bula papal para comérsela con los dedos; eso sí, siempre que se los rechupetee uno.

domingo, 15 de marzo de 2009

120.- VISTIENDO A MAYA

Ayer se me olvidó llevarme la cámara (empieza a preocuparme que se me olviden las cosas tantas veces ¿será la edad?). Afortunadamente Joeseph acudió al quite y me ha mandado unas cuantas fotos (todas las que hizo) con el encargo de que escriba la crónica de lo que hicimos ayer. No me ha dicho si quiere que lo haga aquí o que lo haga en el foro de clásicas de bmwmotos.com, así que, por si acaso lo haré en los dos sitios, y, como siempre, intentaré llevar un poco el orden cronológico, por más que muchas veces me distraiga en detalles que me sacan del hilo temporal.
Obviamente, ayer empezó ayer, pero lo que pasó ayer estaba íntimamente relacionado con lo que pasó anteayer, y anteayer hubo juerga flamenca, tanto en Málaga como en Sevilla, por lo que las condiciones basales en que amanecimos en ambas ciudades, digamos que no eran absolutamente fisiológicas, por no decir otra cosa.
Salimos tarde, pero por el otro lado salieron mas tarde aún, de forma que aquello de quedar a las 12,30 en Ronda solo lo pude cumplir yo. Me fui en coche, porque venían mi mujer, mi hijo, la bicicleta y una caja con cosas que había comprado en Louis para la Honda. El viaje en coche es mucho mas cansado, al menos para mí, que en moto. Eso de ir sentado tan derecho me acaba por machacar las vértebras, y si a eso unimos las condiciones digamos que parafisiológicas, derivadas de los excesos del día anterior, ya os podéis imaginar las ganas que tenía de trabajar cuando llegué; pero había muchas cosas que hacer: la primera cambiar el neumático trasero de la Honda, que ademas de medio cristalizado estaba gastadísimo y deformado (cuadrado, vamos). El elegido para sustituirlo es uno nuevo para mí. Iba a ponerle el Bridgestone BT45, ampliamente probado en la BMW, pero el haber visto este en internet a 63 euros me hizo decidirme por él para probarlo. Es un MAXXIS M6103 Promaxx, y en el monitor tenía mejor pinta que al natural, ya que lo veo un poco, bastante, achatado. El análisis que hacen de él parecía bastante bueno, excepto en agua, pero ahora toca ambiente seco, así que me fié, pero me temo que eso de que ya venga casi cuadrado de fábrica no me va a gustar mucho. Me consuelo pensando en lo barato que ha sido y que por lo menos hará el apaño una temporada, y cuando se gaste ya pondré el Bridgestone, que ese sí sé que me gusta. Por cierto, pongo esta goma cuando el odómetro marca 78300 km aproximadamente.

Dio un poco de lata el equilibrado, que precisó de 55 gramos para alcanzarlo, pero por lo demás todo bien. No tengo fotos por lo que expliqué antes, y Joeseph aún no había llegado, aunque sí que me había llamado a eso de las 12,30 (me pilló con las manos pringadas de grasa del eje) para decirme que estaba un poco parafisiológico de la juerga de ayer y que todavía estaba en San Pedro de Alcántara. Cualquier otro día me habría dado envidia y me habría puesto en su lugar (subir esa carretera en moto es el octavo pecado capital...) pero ayer no.
A continuación cambié las bujías. Es francamente difícil cambiar las interiores con el depósito puesto, pero es que quitar el depósito también tiene su guasa, así que preferí hacerlo de la manera complicada. Con lo fácil que es quitar las bujías de la BMW...
Seguí con la tarea, que no era más que ponerle unos adornitos a Maya en forma de cinta ajedrezada a todo lo largo. Apenas había acabado de poner la cinta en el guardabarros, cuando aparecieron Joeseph y José Ignacio. Y después de los saludos, ya había fotos.

Jose Ignacio y Maricruz charlaban, Joeseph fotografiaba y yo me peleaba con el rollo de cinta adhesiva ajedrezada para quitarle un pedacito de fixo que aseguraba el rollo y que se negaba a ser despegado.

Diez minutos después había conseguido quitar el tapón del depósito, Maricruz limpiaba afanosamente la superficie con alcohol para favorecer la adherencia, Jose Ignacio había desaparecido, Joeseph seguía haciendo fotos y yo todavía no había conseguido ganarle la partida al fixo del rollo o al rollo del fixo, que no sé cuál es más apropiada.

Transcurrieron otros diez minutos, Jose Ignacio había vuelto, Joeseph le había dejado la cámara para salir alguna vez en las fotos (ya se sabe que el fotógrafo es la persona menos fotografiada), Maricruz ya había dejado de limpiar el depósito con alcohol y yo me mostraba orgulloso de haber vencido al fixo tras una batalla épica con él, y por fin podía poner la cinta en el depósito.

A todo esto, en este punto debo hacer notar a los lectores menos observadores que Joeseph estaba estrenando el pañuelo de clásicas BMW, pañuelo expresamente diseñado para que siempre enseñe su cara bonita, como puede verse en todas las fotos en que parece.

También es digno de admiración el que Joeseph lleve dos pañuelos en lugar de uno, y ello debido a que el de Tote es sagrado, y no importa que haga todo el calor del mundo; se pilla uno el "sarampión menuito" si hace falta, pero el pañuelo no se mueve de ahí. Podría haberse quitado el otro, sí, pero un estreno es un estreno.
A todo esto, yo había acabado de poner la cinta en el depósito y estaba empezando con el colín.

y el personal estaba empezando a impacientarse: ya tenían la madre hecha y estaban esperando una cervecita para rehidratar al organismo. Me puse enseguida con lo último que quedaba: la pequeña cúpula transparente y casi invisible, en cuya colocación conté con la inestimable ayuda de Jose Ignacio.

Y con la colocación de la cúpula se acabó la sesión de taller. Bueno, realmente no, que todavía quedaba por poner un termómetro de aceite - varilla de nivel, como en la BMW, pero eso fueron apenas un par de minutos: desenroscar la varilla antigua, comparar con la nueva, marcar las indicaciones de máximo y mínimo con una lima y volver a enroscar en su sitio.

A todo esto, mi hijo, apenas llegar a Ronda, se vistió de ciclista y se fue en su bici a hacer kilómetros. Habíamos quedado con él en la Venta La Codorniz para comer, y allá que nos fuimos con la R1100RT de Joeseph, la GS1200 de Jose Ignacio y la Hondita. No he notado gran cosa con la cúpula, pero es que la venta está al lado y apenas si pude calentar el motor. Cuando haga algunos kilómetros seguidos ya veré si se nota en el cuello.
En la venta, pues eso, venteando... Como hacía un día primaveral, incluso casi veraniego, por la magnífica temperatura, nos sentamos fuera y nos tomamos unas raciones de huevos de codorniz (fritos con jamón y aliñados), codornices a la plancha y lomo con patatas fritas (de las buenas), regados con cerveza fresquita mientras esperábamos al niño, que se había ido nada más y nada menos que a El Burgo. Esa carretera tiene cuestas para aburrir, y la subida al Puerto de El Viento (1190 m) ha sido puntuable de segunda categoría varias veces en la Vuelta Ciclista a España. Este chaval anda bien en bici.

Mientras la cerveza se evaporaba misteriosamente de los vasos, Joeseph nos contó el viaje a Vinuesa, la desgraciada rotura del cojinete de la rueda delantera, las aventuras con el seguro y el conductor de la grúa, quienes fueron y quienes no, con quienes se trató (obviamente, cualquiera que lo conozca sabe la respuesta: con todos) y un sinnúmero de anécdotas divertidas. Tras la comida, lo de siempre: cada mochuelo a su olivo; ellos a Málaga y nosotros a Sevilla, pero aún nos dio para hacer algunas fotos a la salida de la Venta: esta primera es de una ejecución maravillosa. Nótese el virtuosismo del artista para conseguir que el sol se meta en la cámara logrando cubrir con un velo luminoso todo lo que tenía que verse... y mira que se lo estábamos diciendo: no te va a salir nada, te esta dando el sol en el objetivo...

Después de esto, ya nos hizo caso y se puso un poquito a la sombra, con lo que los resultados fueron algo más nítidos, pero no mucho más...

Y como sé que le gustan las fotos contrastadas, los llevé de vuelta por el carril, lo que Joeseph aprovechó para captar la imagen de su moto en campestre y primaveral composición junto a una encina.

Y finalmente, la despedida. Nótese que el sol se empeñaba ayer en meterse por todas partes.

Muchísimas gracias por las fotos, Joeseph, que sin ellas me habría quedado mucho mas sosa esta entrada, y quedamos a la espera de esa ruta por los Montes de Málaga (procuraré que no se me olvide la cámara).