martes, 4 de noviembre de 2008

86.- SUPERBIKES EN PORTIMAO

Hacía tiempo que teníamos preparado este pequeño viaje a ver la última carrera del mundial de Superbikes; posiblemente desde abril de este año estaba hecha la reserva del hotel. En septiembre, en cuanto se pusieron a la venta las entradas, las compramos, y por fin llegó el ansiado momento de marcharse a Portimao a conocer el nuevo circuito y a disfrutar un par de días del ambiente motero de este campeonato, bastante distinto al que se vive en el mundial de MotoGP.
Las imágenes del meteosat antes de salir el viernes 31 de octubre eran bastante desesperanzadoras. Todo apuntaba a que nos iba a caer agua en cantidad, y si no, véase la foto del satélite de un rato antes de salir. Debajo de toda esa lluvia esta la carretera que teníamos que coger.

Con esta situación meteorológica lo lógico era abrigarse y protegerse de la lluvia, así que nos pusimos lo siguiente: ropa interior térmica, pantalón de cordura con forro térmico, camiseta, mono de agua (estilo Guantánamo) y chaqueta de cordura con forro térmico. Desde el momento de acabar de vestirse hasta llegar a ponernos en marcha (cargar las maletas, arrancar la moto, ponerse el casco y los guantes y salir de la cochera) nos dio tiempo a pillar el sarampión menuíto. En el primer semáforo la gente se paraba a mirarme y decían: ¿has visto la caló que está pasando ese tío?. Yo pasaba calor, cierto, pero pensaba para mi aquello de ande yo caliente... Al llegar a la carretera el calor no disminuía y la lluvia no hacía acto de presencia, pero con esas nubes tan negras iba a caernos la gorda en cualquier momento. Pues no. Llegamos a Ayamonte y sin que nos cayera una gota. Echamos gasolina antes de entrar en Portugal (allí está bastante mas cara), saludamos a unos colegas que venían desde Barcelona en tres japos y que también estaban repostando, y seguimos hacia Portimao. Portugal igual de seca que España. Ni gota hasta el final del camino, y la calefacción a tope. Para acabar de arreglar el tema el GPS había calculado una ruta estupenda, pero no había contado con que había escogido un puente que estaba en obras y por el que no se podía pasar, de forma que, aun viendo la Playa da Rocha al fondo, sitio donde teníamos el hotel, teníamos que dar un enorme rodeo para llegar a él. Llegamos al Hotel Santa Catarina de noche y también nos encontramos con toda la calle levantada, de forma que para guardar la moto en el aparcamiento hubimos de dar unas cuantas vueltas y, finalmente, ante la dificultad para llegar, y contando con la autorización de un amable policía, saltarnos todas las señales de prohibición.

El consumo de gasolina a la ida fue bastante correcto: apenas 6 litros a los 100 km, con una velocidad de crucero mantenida de unos 140, con alguna punta de 150 (por supuesto todo esto son unidades bemeuveras, que traducidas a las del amigo Pera vienen a ser las que están indicadas en las autovías, es decir, 120). Llegamos al hotel, aparcamos la moto y subimos las maletas y la bolsa de depósito.

Breve inspección de la habitación (las habitaciones, en realidad, ya que tenía un pequeño distribuidor, un dormitorio con una cama enorme (2x2 m), un cuarto de baño, otra habitación con un sofá cama y una mesita baja, y una pequeña terraza con una mesa y un par de sillas a las que les hacía falta una manita de barniz desde hace varios años)

La vista desde la habitación era hacia el hotel de enfrente, el Casino Algarve o algo así, donde se alojaban algunos equipos del mundial, y también podíamos ver el aparcamiento, tanto desde la terraza como desde la ventana de la habitación pequeña, con lo que la moto estaba vigilada.

Una vez inspeccionada la estancia nos quitamos toda la indumentaria motera; nos pusimos ropa más cómoda y nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo. A la salida del hotel unos compañeros moteros que también estaban allí alojados me felicitaron por la moto y me preguntaron algunos datos técnicos que les facilité encantado (me encanta hablar de mi moto). Quedamos en vernos al día siguiente.

Buscamos un supermercado y compramos pan, mantequilla, fiambres y algunos zumos para preparar bocadillos para el día siguiente (en el circuito se pasa mucha hambre). Después nos fuimos a cenar a una pizzería (muy buen precio: canelones y una pizza calzone gigante que todavía no me explico cómo me pude comer entera y cuatro cervejas da pressao grandes, 21 euros) y después nos fuimos paseando lentamente hasta el hotel. Y a la camita, que al día siguiente, sábado día 1 de noviembre, había entrenamientos desde muy temprano y aún no sabíamos ni ir al circuito.
El día amaneció totalmente claro y desde la habitación se podía ver un poco el mar. Parece que el tiempo se había arreglado. Íbamos a poder disfrutar de los entrenamientos en seco. O al menos eso pensaba yo mirando el cielo despejado desde la ventana.

Nos habíamos levantado tempranito para desayunar en cuanto abriesen el comedor (las 7,30 hora portuguesa, 8,30 hora nuestra) porque cuando fuimos a preparar los bocadillos nos dimos cuenta de que no teníamos navaja (se me había olvidado echarla) y teníamos que mangar un cuchillo donde fuese, y ese donde fuese no iba a ser otro sitio que el comedor. El desayuno muy bien, uno de esos buffet en que te vas sirviendo lo que quieres, y en los que siempre desayunas cuatro veces mas de lo que haces habitualmente. Aproveché para coger dos cuchillos y me los llevé a una mesa, la que creí que estaría menos vigilada. Me guardé disimuladamente uno de los cuchillos en el bolsillo trasero del vaquero, pero mi mujer me dijo que mejor me lo guardase en el bolsillo del polar. Le hice caso y en eso advertí que la mesa que yo había elegido por ser la menos vigilada, estaba siendo tomada continuamente por la cámara de vigilancia interior. Todavía no acabo de creerme que no me llamasen la atención por el cuchillo. Total, que acabamos de desayunar, subimos a la habitación y preparamos unos cuantos bocadillos; los metimos en la bolsa de depósito y nos fuimos a la moto. Arranque a la primera, incluso a pesar de la peluda que había caído por la noche, lo que motivó gestos de aprobación de los moteros que estaban por allí cerca, que se volvieron automáticamente al escuchar las toses del motor de arranque seguidas del tronar de los Hoske. Esta moto despierta simpatías por donde quiera que va. Y es que es bonita la puñetera.
La siguiente aventura fue llegar hasta el circuito, y eso porque me fío demasiado del GPS. Le metí las coordenadas del circuito (N 37º13'19'' - W 8º37'46'') y me confié a él. Al cabo de más de media hora andando por carreteras infames me mosqueo, porque el circuito estaba solo a 22 km del hotel y ya debíamos haber recorrido esa distancia dos veces. Vuelvo a remirar el GPS y me doy cuenta de que ha cambiado las coordenadas y ha metido las que le ha dado la gana. Parecidas, pero unos cuantos minutos mas al norte y al oeste. Vuelta a empezar. Meto nuevamente las coordenadas y ahora parece que sí: me muestra en el mapa un recorrido que parece que va al sitio en que debía estar el circuito. Otra buena tanda de kilómetros por las mismas carreteras infames y por fin llegamos a una carretera algo mas transitada por la que de vez en cuando pasa una moto. Las seguimos y llegamos a una rotonda con varios guardinhas con sus BMW. Para el que no lo sepa, los guardinhas son los agentes de la Guardia Nacional Republicana, algo así como nuestros civiles, y también están encargados del tráfico. Cuando nos ven acercarnos petardeando suavemente se dan codazos entre ellos y nos saludan con el pulgar hacia arriba e inequívocos gestos de aprobación. Solo les faltó aplaudirnos. Si es que tengo una moto... Bien; dos rotondas mas allá el circuito de Portimao. Aparcamos la moto en el primer aparcamiento para orientarnos un poco acerca de por donde estaban nuestras localidades.

En los cinco minutos que estuvimos allí se nos acercaron, como en los chistes, un alemán, un italiano y un español (de Bonares) para interesarse por la BMW. Y es que no vimos motos clásicas en todo el tiempo. La mas antigua que vimos quizás fuese esta Ducati 888, que curiosamente la tuvimos aparcada al lado de la nuestra en el circuito y coincidimos con ella al día siguiente echando gasolina en Portimao.

Como habíamos aparcado en la parte correspondiente al inicio de la recta de meta y teníamos las localidades en las curvas 1, 2 y 3 (zona azul) nos llevamos la moto hacia la otra punta del circuito para no tener que andar mucho a la salida. Allí la dejamos, perfectamente estacionada, junto a unas cuantas motos, apenas a 100 metros de la puerta por donde teníamos que entrar.
El circuito es una preciosidad. Para hacerse una idea, baste ver este aspecto de la recta de meta tomada desde detrás de la puzolana de la curva 1.

Subidas y bajadas continuas, curvas ciegas y de todos los radios, hacen que deba ser una autentica gozada rodar en él. Por otro lado parece muy seguro, con amplias escapatorias de asfalto y anchas puzolanas.
Llegamos cuando estaban corriéndose los entrenamientos de Superbikes y simplemente observamos, hicimos algunas fotos y nos tomamos los bocatas y los zumos que habíamos llevado a lo largo de toda la mañana. No había mucha gente, pero ya se sabe que las SBK son menos multitudinarias que MotoGP.

El día fue transcurriendo agradablemente, incluso plácidamente, en especial para algunos que deberían estar trabajando y se pasaron la mañana sesteando al solecito.

Pero las nubes estaban empezando a asomarse peligrosamente al espectáculo. Y nosotros, pensando que el mal tiempo se había ido para todo el fin de semana, nos habíamos ido al circuito sin ningún tipo de protección para la lluvia. Y eso que hasta había metido un paraguas en el equipaje por si había que ver las carreras bajo la lluvia... pero se había quedado en el hotel.

Un rato antes de empezar la superpole empezó a caer agua como hacía tiempo que yo no veía llover. El circuito no ofrecía ningún tipo de resguardo para la lluvia, y el aspecto del cielo era como de muy cabreado, como de aquí no os vais sin poneros chorreando, así que nos fuimos a la moto y con espíritu de medianenaza total abandonamos el circuito para volver al hotel, donde llegamos ateridos de frío. Aparcamos la moto y decidimos no cogerla hasta el día siguiente.

Una buena ducha calentita nos devolvió a la vida. Ropa seca y a la calle, que había descampado y la cerveja, a falta de superpole, está muy buena. Nos dimos una vueltecita por las calles de detrás del hotel, y después bajamos a la playa. Por el camino nos encontramos con una boda. Es curioso cómo adornan los vecinos los coches de boda (fijaos en la coronita del techo)

La tarde era francamente fría, e incluso las gaviotas habían dejado de volar y estaban posadas en la arena aprovechando el calorcito residual del suelo.

Y encima hacía un poco de viento que contribuía a hacer mas desapacible la tarde.

Bueno, pues aun así, había dos tíos bañándose un poco mas allá. ¡Que resistencia a la rasca!

De vuelta a las calles algunos edificios curiosos y la rocha que supongo que le da el nombre a esta playa.

En las puertas de los hoteles empezaban a arremolinarse motos. Se notaba mas ambiente motero que el día anterior. Pero por supuesto, nada comparable a Jerez.

Por la calle mas transitada del pueblo, paralela a la playa, nos encontramos un coche de Formula I, un toro rosso que por la mañana había estado corriendo en el circuito (lo de correr es un decir, porque sonaba a cafetera ruidosa y no se le veía muy rápido) en los tiempos muertos entre los entrenamientos de las distintas categorías. La sorpresa que nos llevamos es que, por lo visto, iba pilotado por Jaime Alguersuari.

También nos encontramos muchas motos de todas las marcas conocidas, especialmente Ducati, pero la que mas me llamó la atención fue esta pequeña motillo cuya marca no conocía, y que imagino que será de fabricación portuguesa.

Después de unas cuantas cervezas, y un rato de charla con unos italianos durante la cena, al hotel a dormir, no sin antes pagar la cuenta (no me cobraron el cuchillo, así que no deben haberse dado cuenta del hurto). Es curioso, pero ni estando por ahí pierdo la sana costumbre de irme tempranito a la cama.
El domingo amaneció soleado y con una temperatura muy agradable. Había que volver a hacer todo el petate y dejar la moto cargada, que después de las carreras había que salir pitando para Sevilla, y aun así no llegaríamos de día. Lo organizamos todo bien, bajamos las maletas y las colocamos en la moto, desayunamos opíparamente (volvieron a felicitarnos durante el desayuno por la moto) y subimos nuevamente a la habitación a preparar los bocadillos del día. Guardamos las viandas en la bolsa de depósito y nos fuimos al aparcamiento. El comedor tiene una puerta de cristal que comunica con el aparcamiento. Veíamos a los moteros desayunando y ellos nos veían a nosotros cargar la moto, arreglarnos los trajes, colocar el GPS, quitar el candado, ponernos el casco, los guantes... Estaban realmente pendientes de nosotros; bueno en realidad estaban pendientes de la moto. Supongo que mas de uno pensaría que esa reliquia no iba a arrancar, y mas de otro miraba con nostalgia recordando los tiempos en que él o algún amigo había tenido una igual o parecida.
Como es habitual en mi moto ¡ejem! solo hubo que abrir el grifo de la gasolina, cerrar el aire y darle al botón para que el motor de arranque hiciese un par de carraspeos, moviese perezosamente los pistones y se despertase el demonio que vive dentro de los Hoske. De nuevo pulgares arriba desde detrás de la cristalera del comedor y caras de aprobación. Y es que suena de bien... Un par de minutos calentando el motor y al circuito.
El tráfico, lógicamente, no era el del día anterior. Hoy había motos y coches por todas partes, de forma que aunque el GPS funcionó perfectamente, apenas si lo miré un par de veces para comprobar que hacía las cosas bien. Con seguir a todas las motos había bastante. Entramos en la A22, la autovía que va a España, pero en dirección oeste, y como la mañana estaba buena me puse a mi paso habitual (en velocidades bemeuveras unos 150-160, que en la velocidad de la DGT del Pera equivale a 120). Pues teníais que ver cómo se picaba mas de una deportiva... Lo que pasa es que uno tiene su mijita de mala milk y abría un poquito más el gas, con lo que la velocidad pasaba a 180-190 unidades bemeuveras, por supuesto equivalentes en DGT del Pera a 120, y ahí ya se iban quedando. Yo sonreía para mi, dentro del casco, pensando en lo que pensarían aquellos moteros de que una moto tan vieja se les fuese de esa manera, y encima con el conductor derechito mientras ellos iban agachados detrás de la cúpula y con la parienta con el trasero en pompa.
Bueno, el caso es que entre estas y otras llegamos al circuito en una caravana de motos en medio de dos filas de coches. La cantidad de vehículos que había era muy superior a la del día anterior. Paramos un momento en las tiendas de la entrada principal a comprar unos recuerdos (un par de gorras y una camiseta) y nos fuimos a dejar la moto cerca de donde habíamos aparcado el día antes, aunque para ello tuvimos que andar sorteando cintas delimitadoras (que no estaban para nosotros, sino para las neveras, conste).
Nos pusimos casi en el mismo sitio del día anterior, un poco pasada la curva 2 y enfrente del monitor de televisión para poder ver la otra parte del circuito.

Como puede verse en la foto, al principio de la mañana no había casi nadie, a pesar de que los accesos al circuito, como he dicho, estaban a rebosar, y desde la grada se veía un incesante llegar de neveras y motos buscando aparcamiento. Más adelante se notó la afluencia de público.
Después de los entrenamientos para última puesta a punto (warm up) llegaron las carreras. La primera la de Superstock 1000, todavía con el suelo mojado de la lluvia del día anterior.

La carrera, muy bonita y sin incidentes negativos, la ganó Roberts con la Ducati 1098,

pero el que mas celebración hizo fue el piloto que está dentro de esta nube de humo, al que todavía no he podido identificar, pero no os preocupéis, que estoy en ello.

Los tiempos entre carrera y carrera se hacen eternos, y la organización, que lo sabe, había dispuesto algunos numeritos para entretener al personal. por ejemplo, volvió a salir Jaime Alguersuari con el toro rosso, que el domingo andaba mejor que el sábado, y ya parecía un formula I de verdad, porque lo que es el sábado, mas parecía un seiscientos medio gripado. También se acercaron por el circuito dos cazas del ejercito que hicieron una estupenda exhibición acrobática.

Acabada la exhibición llegó el primer plato fuerte del día: la primera carrera de SBK. La superpole, que se me olvidó decirlo, la ganó Bayliss, así que partía como favorito. Y, efectivamente, llegó el primero a la primera curva y empezó a distanciarse progresivamente de todos los demás.

El resultado, claro está es que Bayliss ganó la carrera, pero para satisfacción de los miles de españoles que estábamos allí, Carlos Checa quedó segundo, y Fonsi Nieto quinto, y si me apuras un poco, Gregorio Lavilla quedó sexto. Total, que un carrerón y que lo disfrutamos un montón. Un detalle feo por parte de Biaggi: Fabrizio se cayó y se llevó por delante a Biaggi , que se levantó muy ofendido y medio le agredió. Espero que se diera cuenta después de que fue algo totalmente involuntario y en cierto modo inevitable. De todas formas, un cero en conducta para Biaggi (no es el primero).

A continuación, el parón entre carreras, pero éste, además, más largo, porque había visita al pit, al paddock y a todo lo que queráis. Los organizadores, en el mientras tanto, nos ofrecieron un nuevo espectáculo aéreo; esta vez a cargo de dos avionetas que se lo pasaron de miedo entrando por la linea de meta, recorriendo las gradas a baja altura, etc. Un poco peligroso vi aquello; debe ser de las cosas esas que nos enseñan en la tele de espectáculos multitudinarios y aviones estrellados contra el público.

Y mientras tanto, pues nos hacíamos fotos con las gorras nuevas y nos íbamos comiendo los bocatas que con tanto esmero habíamos preparado.

Las nubes volvieron a asomarse nuevamente al circuito. Se ve que les gustan las motos o incordiar a los moteros, pero nos respetaron el resto del dia (casi).

La siguiente carrera era el segundo plato fuerte: supersport, y no defraudó, aunque como viene siendo habitual, el turco Sofluogu no dio opciones a nadie. Al igual que en Superbikes, llegó primero a la primera curva y se fue solito.

Nuestro compatriota Lascorz hizo un carrerón pero no pudo con el turco, tal vez porque estuvo peleandose demasiado tiempo con Pitt, con Hayes y con Parkes.

Al final ganó el turco, seguido de Andrew Pitt, y en tercer lugar quedó Lascorz, que ha tenido un mundial un poco irregular: empezó y acabó muy bien, pero la parte central la ha hecho francamente mal.

El portugués Silva acabó en ultimo lugar, pero parece que se lo pasó muy bien, al menos celebraba el haber terminado.

Incluso se fue hacia el público a agradecer el apoyo, regalando guantes, botas, y todo lo que se pudo quitar. Por cierto, menudo morrón se pegaron contra la valla los que fueron a cogerlos.

Después de la carrera de Supersport, les tocó el turno a los pequeños de Superstock, los de 600. La prueba la ganó Rea con la R6. Tampoco estuvo mal esta carrera. Le echan coraje estos chavales.

La segunda carrera de Superbikes era el postre. Y fue mas de lo mismo: Bayliss, que estuvo imparable todo el fin de semana, quizás por aquello de que se despedía de las motos, volvió a irse solo y se merendó a todos los demás.

A distancia le seguían Fabrizio y todos los demás. Xaus estaba haciendo una bonita carrera, junto con Checa, hasta que se fue al suelo y arrastró fuera de la pista a Carlos, aunque afortunadamente no llegó a caerse.

Fonsi volvió a repetir el quinto puesto y Checa quedó séptimo. Y ahí se acabaron las carreras.
Salimos del circuito y llegamos a donde habíamos dejado la BMW. Un montón de motos nos rodeaban, de forma que resultaba algo complicado sacarla de allí. Hicimos todos los preparativos, nos pusimos el casco y arranqué. Una delicia ver a los demonios de los Hoske haciendo sonar las alarmas de todas las motos de alrededor. Me acordé del amigo Emilio, cuyo sueño es ese. Ya ves, Emilio, no hay que quitar los silenciadores, solo ponerse cerca de las alarmas.
La vuelta normalita, solo que a velocidad algo mas elevada que a la ida: un crucero de 150 unidades bemeuveras con puntas cercanas a las cifras prohibidas que empiezan por 2 (esto, querido amigo Pera, traducido a tus unidades, es 120).
Llegamos a Sevilla sobre las siete de la tarde. El consumo a la vuelta un poco mas elevado: 8 litros a los 100, pero es que íbamos dándole bien. Cuatro gotas por el camino y un arco iris doble precioso, pero no tenia ganas de pararme a fotografiarlo.
La proxima salida el viernes, que iré a enredar a Ronda. Tengo que cambiar la goma delantera de la Sprint, cambiarle el aceite a la BMW, apañar la OSSA, quitar las botellas de la horquilla y montar los retenes de la Honda... No sé si me dará tiempo a algo.

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