lunes, 17 de noviembre de 2008

90.- MEDIA JORNADA DOMINGUERA

El domingo, ayer, volví para dejar listas unas cuantas cosas que se me habían quedado pendientes. Ademas del freno de la Honda, que se había quedado a medio llenar el circuito, quería acabar con la dirección de la OSSA, que me ha dado un montón de problemas para colocar los cojinetes, porque son abiertos y no consigo que se queden en su sitio. Por otro lado, iban a ir de visita Miguel y Carlos, que querían hacerle no se qué invento al Land Rover, algo de la radio, y después íbamos a ir a comer a la Venta La Codorniz. Esto suponía que había que trabajar a marchas forzadas, porque si hay que ir a comer fuera son un par de horas menos, y con los días tan cortos que tenemos, se queda la jornada en un ratillo.
Empecé con la OSSA. Había estado dándole vueltas a cómo poner las dichosas bolitas en los cojinetes sin que se me cayeran al meter la barra de la dirección, y había llegado a la conclusión de que lo mejor era darle la vuelta a la moto y montarlas a favor de la gravedad, primero el cojinete inferior, y luego, con la moto nuevamente derecha, apañar el cojinete superior. Para ello, y dado que no estoy muy fuerte últimamente (he perdido 5 kg en los tres últimos meses) necesitaba quitar el motor para poder manejar fácilmente el bastidor. Quitarlo no es muy complicado, pero sacarlo del bastidor es otra cosa, y meterlo... ¡tela! y si no se cree, no hay mas que ver los arañazos que le he dejado al bastidor...
Bien; una vez fuera el motor, le dí la vuelta al bastidor y ayudado por la viscosidad de la grasa que había puesto en la pista del cojinete, fui poniendo una a una todas las bolitas.

Con las bolitas en su sitio puse la otra pista y con muchísimo cuidado metí la barra de la dirección (por supuesto, todo al revés). Una vez metida, y comprobado que no se habían salido las bolitas, até con una cincha la tija inferior al bastidor, de forma que no volviera a salirse la barra de la dirección al darle la vuelta al bastidor y ponerlo en su postura habitual.

Una vez así, puse las bolitas en la pista del cojinete superior, ayudado también por la grasa para mantenerlas en su sitio.

A continuación puse la pista superior del cojinete cuidando que no se movieran las bolas, y lo sujeté con la tuerca, que por cierto, está bastante perjudicada la pobre. Costó trabajo apretarla, porque es muy fina y está muy hecha polvo.

A continuación coloqué la tija superior y el manillar, y metí el motor en su sitio, no sin antes hacerle unos cuantos desconchones al bastidor, que precisarán de reparación cuidadosa otro día.


Con esto se acabó la sesión con la OSSA y me fui a acabar con la Honda. En el intervalo llegaron Miguel y Carlos que, todo hay que decirlo, no dieron mucha lata :-Þ.
La Honda debía tener algo mal montado, porque por mas que le daba a la maneta, aquello no cogía presión y no acababa de salir el liquido por los sangradores.

Como ya le he pillado el tranquillo, la subí a la mesa, desmonté las pinzas, comprobé que estaban bien y las volví a montar, y ahora sí que funcionaba bien. Enseguida empezó a tomar presión, luego algo había que no estaba bien montado, pero me he quedado con las ganas de saber lo que era. Un buen sangrado y tras un montón de burbujitas y dos o tres llenados del depósito, aquello se quedó mejor que bien. El próximo día le cambiaré las pastillas y me olvidaré del freno por una buena temporada.

Mientras tanto, Miguel brujuleaba por el taller mangándome piezas de la BMW para ponérselas al Land Rover. ¡Qué mal debe estar el tema de los repuestos de las neveras!

Después de esto le di un pequeño petroleado al motor de la Honda, que quedó como sigue. Yo creo que va a quedar muy bonita en cuanto desmonte-limpie-monte todo lo que tengo que desmontar-limpiar-montar y cuando arregle las diez o doce cosillas que tiene en mal estado.

Y aquí se acaba el trabajo del domingo, porque, acto seguido nos fuimos a la Venta La Codorniz a comer (por supuesto en la nevera, que para eso eramos tres). Miguel nos dio un pequeño recital de conducción entre los olivos que nos dejó la espalda un poco perjudicada. Véase a este respecto la cara de sádico que tiene cuando conduce.

Mientras tanto, yo sufría estoicamente desde el asiento trasero las travesuras de Miguelito.

Una vez en la Venta, Carlos se decidió a sacar la cabeza junto a la chimenea esa que lleva la nevera y le pude sacar una foto.

Por cierto, la Venta La codorniz es muy aconsejable: buena comida, buenos precios y buenos amigos. Lo que pasa es que está hasta las trancas siempre, pero enseguida te buscan un huequecito.
Total, que a las tres y cuarto, según se puede ver en el reloj del fondo, estábamos en la barra tomando unas cervecitas mientras se quedaba libre alguna mesa.

Miguel, una vez que nos sentamos, se dedicó a sintonizar un aparato de radio invisible que le vendieron los moros en el ultimo viaje que hizo a Marruecos en la Vespa.

A mi, la verdad es que me parece que lo han timado, porque aquello ni sonaba ni nada. La comida muy bien: huevos de codorniz fritos sobre una rodajita de jamón y pan, una ensalada con huevos de codorniz, unos filetes de cerdo con patatas, cerveza (que no falte, como el perejil) y café. Total: 17 euros por barba, y salimos muy satisfechos (y contentos por la cervecita, que todo hay que decirlo).

Y de aquí, cada uno a su casa. Miguel se ha llevado aquella llanta trasera de la BMW que tenía un llantazo, a ver si consigo que me la arreglen en Sevilla. Tendré que llevarla un día de estos. Muchas gracias Miguel.

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