martes, 5 de junio de 2012

302.- EL MOTOR EN SU SITIO GRACIAS A ROBERTO

Pues sí, porque si lo llego a tener que meter yo solo todavía estoy haciéndome cardenales en los brazos ¡hay que ver lo que pesa ese puñetero motor!
Pero empecemos por el principio, que es el viajecito. Salimos, Roberto y yo, un poco más tarde de la cuenta habida cuenta de las fechas en que estamos, con el sol bastante alto apenas sale y la consiguiente subida de temperatura, pero aun así no era nada exagerado. Íbamos a buen paso hasta que llegamos a El Coronil, donde nos encontramos a la Hermandad del Rocío de Málaga, que iba de vuelta. Aquello parecía el oeste americano: unas cuarenta o cincuenta carretas a paso de tractor y con la peletérica por delante, por detrás y hasta por enmedio, porque había dos guardias en moto subiendo y bajando continuamente a lo largo de la caravana. Como en aquella zona apenas hay zonas para adelantar gracias a que nuestro inolvidable (por lo inútil) director general de trafico pasado, para evitar accidentes, lo que hacía era poner todo en linea continua, nos íbamos quedando separados a veces por dos o tres carretas (por no pasar en continua y cumplir escrupulosamente el reglamento de circulación). En una de esas veces en que nos quedamos separados por dos carretas pasó uno de los guardias en dirección contraria a la nuestra y le vi hacerme unos gestos extraños con la mano izquierda, gestos que yo interpreté como de que pasara las carretas, aunque la verdad es que podría ser cualquier cosa, pero como era lo único interpretable, porque mi conducta hasta entonces había sido irreprochable, pues obediente como soy, pasé las dos carretas que me separaban de Roberto y me puse tras él. Un poco más adelante, sobre unos dos kilómetros, había una recta con bastante visibilidad y la carreta que llevaba delante me permitía adelantarla sin necesidad de sobrepasar la linea continua y dejando una distancia reglamentaria entre los salientes de la moto, así que puse mi intermitente y la sobrepasé sin pisar la línea en ningún momento (es una manía que tengo, porque sé lo que resbalan). Por el retrovisor vi que Roberto me seguía y que sobrepasaba la linea continua en una cuarta mas o menos. Seguimos un buen trecho y al rato vi por el retrovisor la luz azul del guardia. Me quedé mirando y vi como se ponía al lado de Roberto, que por cierto, no lo había visto y se llevó un sobresalto. Me temía que la cosa se iba a poner seria, porque estuvieron hablando, conduciendo en paralelo, varios minutos, tras los cuales de un acelerón se puso a mi lado y me dijo que siguiera conduciendo a la par que hablaba conmigo y me decía poco mas o menos lo que sigue: 
- No se pare, siga conduciendo. Ha pasado usted muy cerca de la carreta.
- A distancia segura, pero sin sobrepasar la linea continua, le espeté.
- No importa, debe usted tener más cuidado. Más vale hacer la maniobra con seguridad aunque se sobrepase medio o un metro la linea que arriesgarse a tener un enganchón con el vehículo y tener un accidente grave.
-Sí que es verdad, pero no me gusta incumplir el reglamento (mientras me regañaba miraba de reojo la distancia a la que estábamos las dos motos y me preguntaba para mí si aquello era muy reglamentario)
- Bien, siga, pero tenga mucho cuidado.
De otro acelerón se quitó de enmedio siete u ocho carretas mientras yo me quedaba un poco no sabiendo si darle las gracias al Cielo o mosquearme con el guardia porque había hecho las cosas bien. Me quedé con la primera opción y ahí quedó la cosa. Un rato más tarde nos acordábamos de la receta que le habían puesto al Sentauro un par de días antes por llevar un calimero, y nos felicitábamos de haber encontrado un guardia normal, en vez de encontrar uno de los especiales.
Cuando llegamos a la Guarida nos pusimos a trabajar enseguida. Lo primero que había que hacer era cambiarle el sensor de punto muerto a la R80ST, que estaba encima de la mesa sangrando valvulina. Para llegar al sensor decidimos quitar el casquillo central que va en el centro del bloque motor atravesado por el tornillo trasero de sujeción al chasis. Costó trabajo sacarlo, pero al final lo conseguimos y pudimos cambiar la pieza, rellenar de nuevo la caja de cambios y bajar la moto de la mesa. Esta pieza es de las que hay que tener cuidado con ella, porque los contactos son de los de mírame y no me toques, se rompen con una facilidad pasmosa, eso sí, cuando es el nuevo, el viejo, que pierde aceite por todas partes, te permite doblarlos varias veces sin que se rompan.
Además, le cambiamos la batería, para lo cual también sudamos tinta, porque aunque la batería vieja salió con la dificultad normal con que salen estas baterías, la nueva se empeñó tercamente en no querer entrar y tuvimos que aflojar medio subchasis para que entrase.
Y ya nos fuimos a la tarea principal del día, que no era otra que montar el motor de la R100GS en el chasis, y que como decía al principio, si no llega a ser por Roberto no la meto ni loco. Para meter el motor uno solo habría que quitarle los cilindros y meter solo el bloque; de otra manera, sin ayudas mecánicas, es casi imposible por lo que pesa y lo difícil que es manipularlo. 
Pero antes de montarlo hubo que acabar de poner lo que quedaba: la tórica de la bomba de aceite, colocar el plato de inercia, el embrague y el filtro de aceite con sus correspondientes juntas.
Nos hemos dado cuenta de que, ademas de fuerza y maña hay que tener en cuenta algunos detalles, como el de que hay que quitar algunas piezas para que entre bien. Por ejemplo, la tapa del motor de arranque es conveniente quitarla, y la tapa del filtro de aceite es obligado quitarla para que pase bien y no arañe el chasis recién pintado.



Una vez montado el motor en su sitio montamos el basculante y perdimos algo así como una hora en poner bien las zapatas, porque nos obcecábamos incomprensiblemente en ponerlas al revés, con lo que la leva funcionaba bien hacia atrás y no hacia adelante. Al final quedaron en su sitio.


Aqui dejamos el trabajo y nos fuimos a La Codorniz a tomar algo de comer.
A la vuelta pusimos las defensas y el amortiguador, con lo que pudimos dejar la moto apoyada con algo más de seguridad en el caballete y dos troncos de madera. Lo de la seguridad lo veíamos entonces, que ahora no lo tengo tan claro.


Rellenamos el motor con dos litros y medio de aceite y con esto dimos de mano.


Antes de volvernos a Sevilla le di un fregado a la R80ST, y como el que hace las fotos no sale, parece que eso fue lo único que hice, pero no es así ¿eh?



¡Qué calor pasamos a la vuelta, con lo que cansa eso! Como que íbamos a ir a Los Barriles y no fui capaz de levantarme del sillón en toda la tarde.

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