Aprovechando que el domingo iba a ser uno de los días mas fríos del año, Roberto y yo decidimos, previo anuncio oficial a la comunidad mirlera, por si alguno más quería apuntarse, irnos a dar un paseo por la Sierra Norte de Sevilla.
Quedamos a las nueve y media en Los Barriles y, como era de esperar, no apareció nadie más. La temperatura, la normal para estas fechas: 6 ºC y el tiempo amenazando con darnos alguna sorpresa húmeda, pero nosotros dos, allí plantados con el cafelito y esperando que dieran las diez para largarnos. Eso de esperar a las diez era por mera cortesía, por si alguno aparecía, no por cumplir horarios, que despues me tachan de cuadriculado con eso de la puntualidad.
Como digo, no apareció nadie y nos fuimos. Salimos camino de El Pedroso, y poco antes de llegar a Cantillana nos empezó a lloviznar un poco; nada importante, más una lata por aquello de que se te ensucia y se te empaña la visera que otra cosa, pero conforme entramos en la carretera que va de Cantillana a El Pedroso el día se oscureció un poco más, bajó la temperatura hasta los 4ºC (se nota que llevo termómetro en la R65 ¿eh?) y la llovizna empezó a hacerse agua nieve. Roberto se me iba quedando en algunos tramos, pero cortaba gas en un par de curvas y volvia a aparecer en los retrovisores, así que todo iba bien, pero, de repente, tras unas cuantas curvas enlazadas dejo de verlo por el espejo; corto gas y sigue sin aparecer; casi me paro y nada; me paro, espero unos segundos y tampoco aparece. Se me cruzan por la mente todos los malos pensamientos del mundo. Media vuelta y a toda pastilla para atrás. Apenas recorridos veinte metros lo veo venir haciendo gestos que interpreto como "ya no puedo más". Me doy la vuelta nuevamente cuando puedo y lo alcanzo llegando a El Pedroso. Paramos y me dice que no va nada bien, que la moto está cabezona, que no entra a gusto en las curvas y que encima se le empaña la visera. Con el tiempo como está decidimos tomar otro cafelito y comentar la jugada, asi que nos vamos a una de las ventas de la entrada de El Pedroso.
Decidimos que en vez de seguir subiendo nos demos la vuelta y nos vamos por zonas mas bajas: Castilblanco de los Arroyos, Almadén de la Plata, El Ronquillo y Sevilla, y así evitamos sorpresas desagradables del tipo del hielo en mitad de una curva. All final la ruta se queda en esto:
La carretera de El Pedroso a Castilblanco de los Arroyos es de esas que están muy bien conservadas: exactamente igual que hace cincuenta años: tres metros de ancho, arcenes carcomidos y baches como para echar a flotar el Titanic, pero por allí nos metimos. Eso si, el paisaje muy bonito, con el pantano de Melonares llenito hasta las trancas. De Castilblanco a Almadén hay unos cambios de rasante preciosos, de los que te hacen cosquillas en la barriga con nada que los pilles un poco fuerte. Se pueden hacer por allí unas magnificas fotos. A ver si aprovechamos un dia de estos con mejor tiempo y hacemos un buen reportaje de clásicas volando.
Ya en el camino de vuelta, nos pasamos por el pantano de la Minilla, donde aprovechamos para sujetar el voltímetro-reloj-termómetro con cinta americana, que en uno de los cambios de rasante se había roto el soporte y se había quedado colgando del manillar.Tambien nos hicimos un par de fotos para dejar constancia de que habíamos estado allí
y de que somos muy cumplidores de las normas. Por supuesto que no nos bañamos ¡como que estaba prohibido!
Las motos, las pobres, venían bastante sucias, pero contentas por el paseito, que se les nota cuando les abres el gas, que responden con alegría, y eso no es la puesta a punto, sino que les gusta andar.
Un ratito después estábamos en Sevilla. A la Pañoleta a refrescarnos (más) con una cervecita y echar la última foto.
Un buen día, lástima del frio y el empañamiento de las viseras. Habrá que repetir con mejor tiempo, a ver si le metemos a los mirlos el gusto por conducir además del gusto por la cerveza y por la mecánica.
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