domingo, 7 de marzo de 2010

187.- ABURRIDO DE AGUA

Ayer decidí que tenía que cambiar de moto. Con esto del diluvio que nos esta cayendo ya llevaba dos semanas con la R80ST y las demás consumiendo su reserva eléctrica a razón de un 1% diario, así que había que llegarse a Ronda, dejar la R80ST y coger la Sprint o la R65, porque la pobre R100RS sigue en dique seco, y van... cuatro meses, lo contrario que Andalucía, que lleva cuatro meses bajo agua. A la Atlántida le pasó algo parecido, que la engulleron las aguas, así que a ver si no seguimos el mismo camino. Si lo llego a saber no me meto en esta aventura de ponerle doble encendido. Cuando vuelva a montarla tendré que vestirla de primavera-verano otra vez, así que los faldones se los he puesto solo para unos trescientos kilómetros en todo el invierno, y este invierno no ha sido como para ir sin carenado por ahí. Decididamente no fue una buena decisión poner el doble encendido.
A lo que iba, a las ocho me levanté y desayuné. Me asomé a la página del tiempo y vi que iba a llover bastante, sin embargo la temperatura era buena, porque el centro de la borrasca andaba por el golfo de Cádiz, y eso implica que nos mete aire caliente desde el sur. Tras mirar las imágenes de los satélites tres o cuatro veces me autoconvencí de que posiblemente me iba a llover algo menos de lo que presagiaban los agoreros del tiempo, esos mamarrachos que no cambian las nubes con agua del mapa desde hace cuatro meses, y me vestí de manera apropiada: como no hacía frío, mejor ir cómodo, así que un pantalón vaquero, una camisa y un jersey de entretiempo. Por encima el mono de agua, un Dainese de color rojo que se ve a leguas, muy práctico para la lluvia porque no cala nada, y de hecho lo probé cuando lo compré Sevilla-Valencia lloviendo todo el tiempo, y nada de nada, eso si, entonces iba en la Sprint 955, una señora moto en todos los sentidos, incluso en lo del carenado. Para acabar la vestimenta, unas botas, que iban a ser las del Lidl de hace dos o tres años, que son las únicas que tengo que parecen impermeables, o al menos eso sugieren, porque tienen una capa de goretex, costuras impermeables... etc. Encima de todo lo anterior mi tres cuartos de nylon cordura, que lleva conmigo nueve o diez años y es calentito, tiene muchos bolsillos, y además protege contra la lluvia porque también lleva una membrana de goretex, aunque ya me ha demostrado más de una vez que por las axilas entra lo que no tiene que entrar de agua. ¿Guantes? me pondré los de invierno de Triumph, que también tienen goretex y, por tanto, son para la lluvia. Y para acabar me puse el casco BMW integral, que aunque se empaña con muchísima facilidad, como hacía buena temperatura no era de esperar que diese la lata. Con ese atuendo y la esperanza de que me lloviese de forma intermitente durante el camino, de manera que se fuese secando la ropa con el aire, guardé en las maletas todo lo que tenía que llevarme (una manguera para el compresor de aire, unos tornillos, las pegatinas de BMW para el depósito y carenado que pinté el otro día...) y me puse en camino. Hasta el primer semáforo me estuvo lloviendo, pero eso ya lo tenía previsto. La lluvia iba a ser intermitente, pero eso no implicaba que iba a salir en seco.
A unos diez kilómetros paré a echar gasolina y me dí cuenta de lo que de verdad estaba lloviendo. Ya llevaba toda la chaqueta de cordura empapada, y la cartera, que estaba en el bolsillo interior, ya estaba húmeda. Pensé por un momento darme la vuelta y dejarlo para el domingo o para cualquier tarde de la semana que viene, que seguramente no lloverá (esto es más un deseo que una predicción, porque seguirá lloviendo) pero me animé a mi mismo diciéndome que me iba a venir bien conducir en mojado, que seguramente habré perdido la práctica en este invierno tan seco, que si medianenaza, que si... yo qué sé... Total que seguí. Cuando llegué a Utrera llevaba las rodilla heladas y el guante izquierdo había empezado a calarse. Desde luego eso del goretex funciona los tres primeros días. La lluvia seguía implacable, con goterones gordos, que a la velocidad a la que iba me hacían daño en las rodillas como agujas clavándose a través del mono de agua y del vaquero. La visibilidad era mas bien poca, aunque el casco se portó, no se empañó y no permitió que entrasen gotas de agua por dentro de la visera. Es de las cosas que más me molestan, una gotita de agua cayendo despacito justo delante de uno de los ojos y que no la puedes limpiar con el guante porque está por dentro; y no se te ocurra abrir la visera porque la lías; en vez de una, quinientas, y entonces la única solución es parar, quitarse los guantes y el casco y limpiarlo como mejor puedas, que nunca suele ser bien porque está todo mojado.
Cuando iba por el Coronil (unos 45 km desde la salida) el guante izquierdo estaba totalmente empapado, el derecho empezaba a calarse y los pies iban en sendos baños de agua, templada gracias a la disposición de los cilindros de la BMW, y hasta podía chapotear al mover los pies sobre la estribera.
La lluvia seguía cayendo, inmisericorde, y los campos se veían ahítos de agua, distinguiéndose apenas en la superficie los lomos del arado sobre una gran mancha de agua. Riachuelos que en sus mejores tiempos apenas habían llevado poco más de un dedalito de agua por minuto, se veían ahora con ínfulas de río grande, presumiendo de caudal, como pequeños Ebros desparramados por la campiña. En la carretera, cada poco tiempo, un desprendimiento te recordaba que había que ir con cien ojos y que había que extremar el cuidado para no pisar rayas blancas ,ni piedras caídas, ni manchas de barro.
Cuando pasé por Algodonales eché de menos a mis recaudadores del Pera, que últimamente andan por allí casi siempre a la caza del incauto que se olvida de que había una señal de 50 km/h casi invisible unos metros antes, y que, por el mal tiempo no habían salido a recaudar.
A esas alturas ya empezaba a notar un cierto grado de disconfort térmico que diría alguno de nuestros cursis dirigentes, y que nosotros decimos frío del de verdad. Aunque seguía lloviendo, el viento, que había empezado a levantarse, unido al propio del movimiento de la moto, aumentaban la sensación de frio. Ya era tarde para volverse; quedaban apenas treinta kilómetros, así que a seguir. Se me hicieron realmente largos esos pocos kilómetros, dando tiritonas y sintiendo cada vez más agua dentro de las botas y de los guantes. El pantano de Zahara tenía un nivel que nunca he conocido. Hubiera estado bien parar a hacer una foto, pero en eso era en lo que menos pensaba.
Cuando llegué a Ronda el viento era muy fuerte; me quité los guantes para abrir el candado y conduje el tramo de carril (100 metros) sin el guante derecho. Las gotas de agua, junto con el viento helado dolían sobre la piel como agujas de hielo.
Abrí la puerta del garaje y saqué la Triumph para dejarle hueco a la R80ST, que está aquello difícil para moverse. Puse los guantes encima de los cilindros de la R80 con la idea de que se secasen con el calor, pero los cilindros estaban muy fríos, no en vano habían venido todo el tiempo con refrigeración por agua en vez de por aire. Me quité las botas y las vacié. Me quité los calcetines y los escurrí, y me pregunto por qué harán embalses si con unos calcetines se recoge bastante mas agua...
La chaqueta de cordura pesaba una auténtica barbaridad. La puse en el respaldo de una silla y a los pocos segundos tenía un charco debajo como para albergar a una familia de ranas. La cartera estaba empapada. Volví a meter la Sprint dentro y la arranqué con los escapes hacia el exterior para que calentase un poco el ambiente, pero el viento empujaba la puerta del garaje y se empeñaba en mantenerla cerrada a pesar de los contrapesos que la mantienen abierta. La temperatura dentro del garaje era realmente baja, lo que unido a lo mojado que me encontraba, aunque en realidad solo tenía mojadas las manos y los pies, me quitaron las pocas ganas que tenía de trabajar.

Me asomé por última vez al exterior y me convencí de que aquello no iba a cambiar y de que lo mejor que hacía era volverme por donde había venido, pero esta vez con carenado.

Volví a vestirme lo mejor que pude, con las manos ateridas, cerré el garaje y me monté en la Sprint.
Paré en Algodonales a repostar y el gasolinero me comentó que solo habían pasado dos motos en toda la mañana: una BMW azul y yo. No le dije nada para no quedar como el único imbécil que ayer cogió la moto. Desde La Nava hasta Puerto Serrano, aproximadamente (unos 20 km) no me llovió, lo que hizo que se me secase bastante la chaqueta, no así los guantes y las botas, que en el fondo eran los que mas me molestaban.
Cuando llegué a Sevilla, poco antes de la una de la tarde, tenía el cuerpo aterido; me puse ropa seca y me senté en la mesa camilla, de donde no me moví hasta que me fui a la cama.
De todo esto he sacado unas conclusiones:
  • el goretex es mentira
  • necesito unos buenos guantes impermeables de verdad
  • tambien necesito una buena chaqueta de cordura, que ésta empieza a hacer agua
  • las botas impermeables no existen
  • no se debe conducir una naked con agua
  • sigo conduciendo bien en mojado
  • he soltado un auténtico ladrillazo
  • llevo tres semanas sin hacer nada en las motos

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