lunes, 8 de septiembre de 2008

73.- CUANDO EL DIABLO SE ABURRE...

Este fin de semana no me quedaba nada que hacer. Bueno, ese nada que hacer es entre comillas, porque siempre hay cosas que hacer, pero el día no se presentaba nada bueno. Cuando llegué al taller el viento iba y venía trayendo nubes y alguna que otra gota de agua. Había quedado con Miguel en que vendría con su Land Rover a montarle alguna de esas cosas que él le monta, y me acordé de la última vez que vino, con unas circunstancias, tanto de plan de trabajo como meteorológicas, muy parecidas, y me estaba temiendo una vuelta en idénticas condiciones a las de entonces, es decir, con agua a manta. Después de desechar la idea de imprimar el bastidor de la OSSA por la ventolera tan tremenda que hacía y las malas experiencias que ya he tenido antes intentando conciliar a Eolo con la pintura, me decidí por darle una manita de lija fina a los guardabarros, las cachas y el depósito de la OSSA para darle una nueva capa de pintura. Para ello he usado una lana de acero muy fina, la 0000, que no sé si es la mas fina, pero desde luego es bastante suave

Ha cumplido su cometido a la perfección, dejando las piezas muy suaves (se habían adherido algunas partículas de polvo arrastradas por el viento la última vez que las pinté).
Mientras lijaba llegó Miguel despotricando de la de novatos que hay en la carretera (es lo malo de salir tarde). Yo, mientras tanto, seguía dando paseitos con una pieza en una mano y el estropajo en la otra.

Cuando acabé con las piezas me quedé sin trabajo y me tuve que inventar tareas.

Levanté el banco para ver por donde demonios perdía aceite la BMW (el ultimo día limpie toda la zona medianamente bien para intentar localizar la fuga) y parece que es por el retén del eje secundario de la caja de cambios, a juzgar por la pequeña mancha que había.

Si el dibujo no me engaña, para cambiarlo solo hay que desmontar la caja de cambios, pero no abrirla, lo que, posiblemente, sea bastante más asequible para mis cortos conocimientos de mecánica.

A fin de cuentas, una caja de cambios se me figura un reloj de cuerda, o sea, mejor no tocarlo (el último que toqué pensé que no funcionaba porque tenía un pelo; lo saqué y resultó ser el muelle). Total, que ya que veo que no es demasiado difícil, me pondré a la tarea un día de estos, pero como la pérdida no es mucha, por ahora va a aguantar así, que hay otras cosas que hacer.
Miguelito, mientras tanto, estaba a lo suyo, poniéndole unos altavoces de discoteca al Land Rover.
Fuera, aunque el viento había amainado, chispeaba, así que tampoco era posible pintar. Pensé en ponerle el carenado completo a la BMW, pero como quiero ponerle latiguillos metálicos, lo mismo es mejor dejarla como está para facilitar el trabajo. Aburrido, dando vueltas por el garaje, me encontré un tarro de Tarni-Shield, un limpiametales, y me puse a probarlo. Con una brochita probé primero con los carburadores, y viendo que el resultado era bueno, pasé a los tubos de escape, a las partes de aluminio del motor, etc.

Para acabar de quitar el producto, ya que cuando se seca queda como un polvillo, tuve que lavar la moto, aunque en realidad con un chorrito de agua salía bastante bien, pero ya se sabe, empieza uno echando un chorrito de agua y acaba con la esponja y el jabón. Total, que le pegué un buen fregado.
Como Miguel seguía con sus altavoces, a pesar de que ya había pasado de largo la hora de comer, aproveché para lavar también la Triumph; no mucho, porque me iba a volver con ella y el tiempo no aseguraba que no me fuese a mojar.

Finalmente, a eso de la cuatro de la tarde, nos fuimos a comer a "La Codorniz": una docenita de huevos de codorniz a la plancha, una ensaladita, unos filetitos de lomo con patatas, una jarrita de cerveza y un cafelito. Con eso, repuestos los depósitos de glucógeno, volvimos a trabajar. El viento se había ausentado y aproveché para imprimar el chasis de la OSSA.

Ya puestos, limpié los cacharros de pintura y me puse con las piezas de la OSSA: pinté nuevamente los guardabarros, el depósito y los laterales, y los colgué, previendo que podía caer agua en cualquier momento, de la puerta del taller.

Y ya no me quedaba más que recoger. Miguel había acabado y como la tarde era bastante oscura era mejor irse prontito, por si las moscas. Pero las piezas no estaban secas. Ni mucho menos. Cogiéndolas por el alambre del que las cuelgo, las desplacé hasta un pequeño tenderete que monté en el rincón entre dos estanterías. Todas fueron a su nuevo sitio bien, salvo el guardabarros trasero, que se me cayó al descolgarlo y en mi afán de que no llegase al suelo le pegué manotazos por todas partes, con lo que él me manchó a mi y yo lo manché a el. A pintarlo nuevamente. Menos mal que tenia pensado darle otra última mano de pintura, que diría la zorra de las uvas...
Y poco más hicimos. Miguel acabó de ordenar el patio trasero de su Land Rover y nos volvimos a casita tan ricamente.
No, no me llovió; es más, desde Algodonales hasta Sevilla casi no había nubes, con lo que me arrepentí de no haberme vuelto en la BMW para rodar los segmentos nuevos, pero es que estaba tan limpita...
Por cierto, no había dicho nada hasta ahora, pero he visto a esta monería haciéndome guiños ¿querrá algo conmigo?

No se; lo mismo un dia de estos le tiro los tejos.

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