Sábado. Nueve y cuarto de la mañana. Ya voy tarde. Arranco la R1100S y la dejo calentando mientras me pongo el casco, cierro la chaqueta y me coloco el guante izquierdo. Meto primera y suelto lentamente el embrague. A los tres o cuatro metros hace un clinck-cataclink y se apagan las luces intermitentes del ABS. Eso es así, pero, casi un año después, sigo sin acostumbrarme a ese ruido apenas arrancar. Salgo a la calle y empiezo a notar fresquito. No es que no se agradezca, que después del verano siempre viene bien, pero me parece que voy a echar de menos un poco más de abrigo en el cuello. Efectivamente, en cuanto salgo a carretera la rasquilla me aconseja cerrar las cremalleras de ventilación de la chaqueta y aplanarme un poco sobre el depósito para protegerme del viento. Al rato ya me he acostumbrado y vuelvo a mi postura habitual. Cuando llego a El Cupí de nuevo noto una bajada de temperatura, pero eso es normal; siempre hay varios grados menos en aquella zona, y son apenas tres o cuatro kilómetros. Un poco más tarde estoy en la Guarida. Tampoco ha sido para tanto. Fresquito agradable a fin de cuentas. Todavía queda verano, el de los membrillos.
No tengo ni idea de qué es lo que tengo que hacer. Otros días voy por el camino haciéndome composiciones y planes de todas las tareas a realizar, pero hoy, como la semana pasada, solo tengo que lijar. Y lo que me queda todavía...
No me apetece nada lijar, pero es que es la única forma de que las cosas queden bien después. Voy a dejar las prisas y voy a hacer bien las cosas por primera vez en mi vida, al menos las de pintura. Bueno, esa es, al menos, mi intención. Ya veremos si después no sale el demonio de las prisas.
El cupulín que va a ir en blanco con raya azul está pintado en azul desde hace bastante tiempo. Enmascaro la zona que va a ir en azul y lo dejo listo para pintura blanca.
Le toca el turno ahora al guardabarros. Aun no sé si va a ir solo en blanco o si le voy a poner la misma raya azul en el centro, pero lo que sí que tengo claro es que le sobran un pedazo por delante y otro por detrás. Marco con un rotulador por donde quiero el corte, de acuerdo con las medidas del que está montado en la R65, que está lo suficientemente corto para no quedar demasiado antigüito y lo suficientemente largo como para no ponerse perdido en días de lluvia.
Me pillo la radial con disco de corte y la aplico contra el guardabarros. Un momento más tarde ya tengo dos pedazos menos que lijar.
Y ya no hay quien me libre. Tapo con masilla de carrocero los defectos que voy viendo y lijo hasta igualar. Vuelvo a tapar agujeros que se escaparon antes y vuelvo a lijar. Ya no veo más cosas raras, así que me preparo para imprimar el guardabarros y el colín, que también he lijado mientras polimerizaba la masilla de carrocero. Uso la imprimación que me gusta. Cinco partes de imprimación, una de catalizador y un poco de disolvente para fluidificar.
Cuelgo las piezas del antiguo tendedero que montaba para pintar
Y las dejo bien imprimadas. Apenas acabada la labor ya estoy viendo por donde le falta masilla de carrocero, así que nuevamente a tapar.
Y nuevamente a lijar, pero mientras se polimeriza la masilla cubro las rayas azules del depósito, al que también le he lijado los descolgados de laca que tenía, pero con tanto ahínco que me he llevado parte de la pintura blanca, así que toca un repaso de blanco.
Después de un par de repasos de lija-masilla-lija me doy por satisfecho con el resultado del guardabarros y el colín y recojo todo para marcharme.
Saco la R80ST, que se viene conmigo, y guardo la R1100S. Me pongo la chaqueta, cierro la puerta y estoy poniéndome el casco cuando aparece Joeseph por el carril, que lleva todo el día rodando por esas carreteras. Tengo prisa, porque he quedado en abrirle la moto a Manolo, en Alcalá de Guadaira, que suena a rayos y truenos desde que le hizo un reglaje de válvulas, y me imagino lo que ha pasado. De todas formas, nos da para un ratillo de charla con un refresco.
Media hora más tarde nos vamos los dos, él para Málaga y yo para Alcalá.
El viaje de vuelta sin incidencias; me salto el primer cruce de Alcalá, el bueno, que pasa por una gasolinera y ya llevo 300 km en la R80ST, así que debe estar cerca de entrar la reserva. Bueno, aguantaré un poco más y llenaré el depósito en Sevilla. Llego a casa de Manolo y está enredando con los caballos. Me pongo con su moto. Ha hecho el reglaje de válvulas de un cilindro y después ha hecho el del otro sin girar el motor, o tal vez girándolo dos vueltas, con lo que las válvulas estaban totalmente sueltas en el cilindro izquierdo. En quince minutos problema resuelto. Cerramos, arrancamos y todo perfecto. ¡Qué buenas son estas motos! con ese antireglaje de válvulas que llevaba y todavía se movía y a buena velocidad. No me extraña que de vez en cuando se les crucen los cables, o las válvulas, y nos dejen tirados; si es que echándoles una mijita de cuenta de vez en cuando van como un reloj.
Me despido, ya de noche, y sigo para casa. Es tarde y tengo que salir un ratillo con mi mujer, así que dejo lo de echar gasolina para otro día. Total, tampoco se ha quejado la pobre y aun no ha entrado la reserva. Ya puestos, voy a ver cuanto aguanta, que todavía no he apurado este depósito. A 6 litros a los 100 km debería durar exactamente 400 km, pero entre la capacidad residual, que debe andar allá por el litro, que no pasa a los carburadores, y que el consumo no creo que sea de tan solo 6 litros, imagino que deberá entrar la reserva a los 320 km más o menos. Así también calculo cuantos litros quedan en el depósito cuando entra la reserva, por si alguna vez toca apurar. A ver si me acuerdo cuando lo llene y lo pongo aquí.
Bueno, la reserva ha entrado a los 330 km y le he echado 22,63 litros (mil duros mal contados) así que a partir de ahora me pensaré llegar a los 300 km, porque le queda un litro y medio de reserva y no me la juego. A los 250 a buscar gasolinera, eso sí, sin prisas.