lunes, 23 de marzo de 2015

367.- UN VIEJO AMOR NI SE OLVIDA NI SE DEJA

Nos encontramos en un pueblecito de Toledo, al que había ido a recogerla. Hacía muchos años que no sabíamos el uno del otro y aunque nuestra despedida, hace muchos años, no fue todo lo amable que nos hubiera gustado a ambos, y que me hizo mucho daño, siempre conservé un gran recuerdo de ella. El amor es lo que tiene, y desde entonces la he llevado en mi pecho y la he recordado, no diré que todos los días, pero sí muy a menudo.
Salí para Toledo el sábado a las ocho de la mañana en la R80R, con aceite nuevo y estrenando el refrigerador. La mañana estaba bastante fría, con niebla y amenazando lluvia. Con más entusiasmo que previsión por las condiciones atmosféricas me puse en marcha y a los pocos kilómetros ya me estaba arrepintiendo de no haberme abrigado un poco más, pero no era cuestión de darse la vuelta, así que a apechugar. Hasta Mérida fui con niebla; unas veces más ligera y otras más espesa, pero siempre con niebla, de forma que llegué mojado y si bien no llegó a traspasar la ropa, sí que contribuyó a hacer mas desapacible el viaje por el frío. Desde allí a Trujillo y a Talavera de la Reina. Por entonces ya me estaba pesando el viaje, que esto de ir sin carenado, a pecho descubierto y tiritando de frío, me estaba comiendo la moral. Por otra parte, la R80R empezó a hacer cosas raras, bueno, mas bien una cosa rara: iba perfectamente bien, digamos que a 5000 rpm pero al abrir el gas desde esas vueltas hacía como un pequeño vacío en la entrada de gasolina, un pequeño suspiro y después retomaba la combustión, como si se quedase  un poco atascada la campana en la subida por el vacío de los cilindros. No era nada del otro mundo, pero no tenía por qué hacerlo y me llevaba también un poco mosca.
Por fin llegué a mi destino. Busque el hotel en el que habíamos quedado, y allí estaba, esperándome en la puerta. Aunque hubiese habido mil más como ella a su lado, la habría reconocido al instante.


Después de entonarme un poco con un café, que había pasado bastante frío en el viaje, nos pusimos en marcha de nuevo hacia Sevilla. Aunque al principio todo parecía distinto, en pocos segundos volvieron a mi memoria los recuerdos de aquella lejana época y fue como besar a una antigua novia. Los movimientos, que en los primeros segundos habían sido torpes, enseguida se hicieron fluidos y comenzamos a bailar como hace dieciséis años. Las curvas se sucedían sin tocar el freno, la postura sobre ella se me antojaba deliciosa y dejaba caer todo mi peso en su espalda acurrucándome sobre ella para esconderme del frío y del viento. Los kilómetros se sucedían uno tras otro y lo que antes me había parecido un viaje larguísimo se convirtió en un agradable paseo, de forma que al poco rato estábamos en Sevilla, sin más incidente que el haber comprobado que el nivel de aceite estaba bastante bajo.
Una vez en Sevilla, y repuesto el nivel de aceite, solo quedaba llevarla el miércoles a Los Barriles a presentarla en sociedad, y enseguida al taller a hacerle los apaños oportunos, que, por lo visto hasta ahora van a ser líquidos, embrague (ruidoso como el sólo y con tolerancias pasadas un montón) y correas de distribución (porque no sé cuándo se cambiaron y mejor tenerlas controladas), que lo demás parece que está bastante bien.
Y ya está la Ducati ST2 en paños menores, dispuesta a pasar las revisiones.







Por lo pronto he pedido las piezas. En cuanto vengan os enseñaré (espero) cómo se cambia un embrague en seco de Ducati, Mientras tanto, seguiremos aburridos porque las otras están a punto de todo, excepto la R65 que está a la espera de cambio de relojes, que los de los chinos han durado bastante poco.

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