Aprovechando que tenía que asistir a un juicio en Santiago he decidido darme un buen paseo en moto, de esos que te dejan el trasero plano para una temporada. Si, ya sé que hay aviones, trenes y hasta coches, pero es que el que nace motorista se muere motorista (lo de motero y motorista es como lo de chapero y chapista, que no tiene discusión, vamos) así que decidí que me iba en mi moto y eso es lo que hay. Adelanté la salida un día aprovechando que el día ocho era fiesta por aquello de no vaya a ser que me caiga la mundial y tenga que hacer el viaje en dos etapas, aunque el que me conoce ya sabe que soy de los que sale a la hora que sale y llega siempre a la hora de comer, o sea, que hasta que no se llega no se come, y da igual que sean quinientos que mil los kilómetros a hacer.
Mi compañera iba a ser la Triumph Sprint, a la que me estoy aficionando sobremanera, que cada vez nos llevamos mejor. Como ya tenía la goma trasera medio lista la cambié la semana pasada. Por cierto, de fábrica venía con un Bridgestone BT021 que no me ha dado mal resultado, ya que me ha parecido una goma muy fiable y la he cambiado con 10500 km, aunque aun podría haber durado algo más, calculo que hasta los 11000 km, pero mejor no arriesgarse a hacer viajes largos con una goma medio lista de papeles, que después no encuentras quien la cambie o no encuentras el modelo, o pinchas, o ... Total, que, como digo, decidí cambiar la goma antes del viaje. Le he puesto una Bridgestone BT023, muy parecida pero algo más dura, a ver si consigo sacarle unos cuantos kilómetros más.
El sábado amaneció fresquito. Me levanté temprano, cosa que no me cuesta mucho últimamente, porque me despierto a las cuatro y ahí se acabó la noche, y preparé rápidamente toda la impedimenta: pantalón de cordura, chaqueta de cordura, ropa interior térmica y mono de agua térmico. Con eso suponía que debía ir bien cubierto para lluvia y para frío. Además preparé la maleta con el traje de los juicios, ropa interior "normal" y útiles de aseo. A las seis y media estaba listo y desayunando. Una ducha rápida y a vestirse. A las ocho de la mañana en punto ya estaba saliendo del semáforo camino de la Ruta de la Plata. A mi izquierda, por delante, mi sombra se dibujaba, alargada, sobre la carretera, manteniendo un pique conmigo; un poco más arriba la luna llena observaba que a mi derecha , ligeramente por detrás, empezaba a asomarse el sol. Hacía fresquete, la verdad, pero no más que otras veces, unos 3-4 ºC, que fueron bajando conforme iba avanzando hacia el norte. Los puños calefactados ayudan mucho en estas circunstancias, porque por buenos que sean los guantes el frío acaba por vencer el aislamiento y ahí empieza la tortura china. Había previsto esa circunstancia y llevaba otro par de guantes en una de las maletas, aunque al final no tuve necesidad de usarlos.
La primera parada en Mérida, a repostar, a las 9:21 horas, porque había salido con el depósito a medias. La señorita de la caja se quedó muy sorprendida de lo fría que estaba la tarjeta de crédito. Le dije que me extrañaba mucho porque la llevaba al lado del corazón, me sonrió, me cobró y me fui por donde había venido. Muy mona la señorita, por cierto.
Desde Mérida hasta Martinamor, a las 11:25 horas, un poco antes de Salamanca, donde volví a repostar. Un poco antes había pasado por la Sierra de Béjar, que estaba nevada y con el suelo húmedo.
Aunque el ambiente era muy frío no lo estaba pasando mal excepto en las manos, e incluso iba admirando el paisaje y sobre todo pensando, que ya sabéis lo mucho que se piensa cuando se viaja solo durante muchos kilómetros. Las ideas te van desde el motivo del viaje a la belleza del paisaje, del consumo de la moto a ver cómo acabas el mes, de los amigos que hace tiempo que no ves a la comida del sábado próximo... La verdad es que le pegas un repaso a todo.
Poco a poco iban pasando los kilómetros, pasé por Zamora, donde la Ruta de la Plata pierde un carril y el doble sentido y pasé a Galicia. Es casi como en el Puerto de Pajares: a un lado de los túneles entre Lubian y Vilavella sol sin nubes; al otro lado lloviendo. Eso sí, la temperatura había mejorado bastante, y casi se agradecía la lluvia para limpiar la visera del casco.
Nuevo repostaje en Riós a las 13:41 horas. Llamo desde allí a Jose Maria y le digo, sin saber exactamente donde estaba, que debía estar a pocos kilómetros de Orense. Quedo con él a comer una hora y poco después en la Bodeguilla de San Roque, ya que de Orense a Santiago hay una hora mas o menos de viaje. Lo que no sabía yo es que estaba a 90 km de Orense, o sea, a 190 km de Santiago. Cuando me di cuenta tuve que empezar a apretar para intentar llegar a tiempo, cosa imposible con nuestra actual legislación de tráfico, so pena de acabar en la cárcel. De todas formas me las arreglé, pese a que me llovió bastante, para estar en la Bodeguilla de San Roque a los postres y pude acompañarlos con un plato de buen queso con anchoas y pan de verdad ¡qué bueno el pan gallego! regado con un buen par de cervezas. Después de esto, al hotel a deshacer las maletas. Me hospedé en el Miradoiro de Bellvís, sitio donde ya había estado antes con Maricruz y que está francamente bien en relación calidad/precio/situación/amabilidad, y que por ahora es mi hotel de referencia cuando voy a Santiago, porque además tiene un sitio especial para motos y bicicletas, vigilado y cubierto. Por cierto, que allí hice la única foto en la que ha salido la moto en todo el viaje, pero es que no me paro para nada en cuanto me subo.
Una buena ducha y ropa limpia te entonan el cuerpo, así que a dar un paseo por Santiago, que es una ciudad que me encanta, a ver cómo siguen sus piedras. Por lo pronto, las calles bastante desiertas y húmedas ¿serán las lágrimas de aquella niña que lloró por un tuno? Pues lo mismo si y lo mismo no, que para eso estamos en Galicia.
Más piedras y la catedral envuelta en andamios, como la última vez que estuve.
En el inicio de la calle del Franco el bar Dakar. En la otra punta de la calle el bar O Paris. Era clásico hacerse todos los bares del Paris-Dakar y llegar a la Plaza del Obradoiro de aquella manera: a cuatro patas, vamos.
Y de vuelta al hotel me encuentro con un viejo conocido: Alfonso II el Casto, a quien ya conocía de la misma guisa en la Catedral de Oviedo. Unas poses que le ponen al pobre...
El resto de la tarde, ya sin luz, lo dediqué junto con mi amigo Jose Maria y su esposa, a visitas culturales y gastronómicas por los distribuidores de cervezas Estrella Galicia, y a temprana hora, que los mil kilómetros del tirón se notan, a la camita.
El martes lo dediqué por una parte a compromisos laborales, que había que dejar atados los ultimos cabos, y por otra parte a visitar los distribuidores de cerveza que me habían quedado por ver el dia anterior. Comida en un local de la Rua de San Pedro que estaba francamente bien
Un paseo por los alrededores del Museo do Pobo Galego para bajar la opípara comida, incluso con foto bajo un roble, y por la tarde nueva reunión de trabajo para acabar de perfilar los flecos que quedaban pendientes.
Acabada la reunión, una cena ligera (una cerveza y un par de tapas, vamos) y a la cama.
Al dia siguiente, miércoles, juicio a las 10:30 horas. A las 11:30 ya había acabado. De nuevo al hotel a quitarme el traje de juicios y ponerme el de motorista y a las 12 en punto arrancando la moto para volverme a Sevilla. Llueve ligeramente. Mil kilómetros dan mucho para pensar, así que hay que tomarse las cosas con tranquilidad y no empezar a agobiarse. Primero comprobar que todo va bien, que no hay ruidos raros, que el consumo sigue siendo adecuado, que no te pasas con la velocidad, que sin darte cuenta te pasas del límite con mucha facilidad... Cuando ya llevas un rato y lo has comprobado todo empiezas a pensar en media vida, e igual que la carretera se va quedando atrás los recuerdos se te van apareciendo y se van descolgando. No pasa mucho tiempo cuando se enciende la luz de la reserva. Cuando se enciende todavía hay como para hacer unos 60 ó 70 km, así que no hay que agobiarse mucho, pero de todas formas no me gusta apurar el depósito, así que me salgo en Piñor y echo gasolina. Han pasado solo 40 minutos desde que salí. Sigo adelante dándole vueltas a mis pensamientos, viendo el paisaje y esperando salir de Galicia para que deje de llover, aunque de todas formas no es mucha la cantidad de agua que cae.
Un poco más allá entro en Castilla-León y como tenía pensado se acaba el agua. Siguiente repostaje en Montamarta, provincia de Zamora. Son las 15:05 horas y he tenido algo de sueño, que, afortunadamente, me abandona después de echar gasolina y no vuelve a aparecer. No he comido nada, pero tampoco tengo hambre. Ni sed. Sigo a mi paso hasta más allá de Cáceres en que vuelve a encenderse la reserva. Paro en Valdesalor y reposto nuevamente. Son las 17:26 horas.Calculo que ya no tengo que echar más gasolina.
En Mérida me quedo sin sol, que se esconde tres las montañas. Menos mal, porque ya llevaba un rato dándome la lata, que lo llevaba de frente todo el tiempo. Pero también empieza a bajar la temperatura. Tengo que buscarle un termómetro a esta moto. Voy pensando que voy a llegar demasiado pronto. De haber llegado a las 9 más o menos me habría pasado por Los Barriles, pero si llego mucho más temprano me temo que no voy a ir, que una vez que aparque la moto me van a quedar pocas ganas de volver a cogerla.
A las 19:15 horas estoy entrando en la cochera. Solo he tardado siete horas y cuarto, pero es que ni he comido, ni he bebido y ni siquiera he orinado. Eso es un viaje del tirón.
He pasado por las provincias de Sevilla-Huelva-Badajoz-Cáceres-Salamanca-Zamora-Orense-Pontevedra-La Coruña. No está mal. La moto se ha portado fenomenalmente, pero sigo echando de menos el cardan. Eso de tener que engrasar la cadena cada dos repostajes es un auténtico rollazo.
Bueno, lo mismo cuando pase el año, si me recupero un poco económicamente del palo que me van a dar, lo mismo me planteo pasarme a un modelo con cardan como la Trophy SE. Por cierto, esta ya tiene 12500 km y la estrené a principios de abril.
Desde Mérida hasta Martinamor, a las 11:25 horas, un poco antes de Salamanca, donde volví a repostar. Un poco antes había pasado por la Sierra de Béjar, que estaba nevada y con el suelo húmedo.
Aunque el ambiente era muy frío no lo estaba pasando mal excepto en las manos, e incluso iba admirando el paisaje y sobre todo pensando, que ya sabéis lo mucho que se piensa cuando se viaja solo durante muchos kilómetros. Las ideas te van desde el motivo del viaje a la belleza del paisaje, del consumo de la moto a ver cómo acabas el mes, de los amigos que hace tiempo que no ves a la comida del sábado próximo... La verdad es que le pegas un repaso a todo.
Poco a poco iban pasando los kilómetros, pasé por Zamora, donde la Ruta de la Plata pierde un carril y el doble sentido y pasé a Galicia. Es casi como en el Puerto de Pajares: a un lado de los túneles entre Lubian y Vilavella sol sin nubes; al otro lado lloviendo. Eso sí, la temperatura había mejorado bastante, y casi se agradecía la lluvia para limpiar la visera del casco.
Nuevo repostaje en Riós a las 13:41 horas. Llamo desde allí a Jose Maria y le digo, sin saber exactamente donde estaba, que debía estar a pocos kilómetros de Orense. Quedo con él a comer una hora y poco después en la Bodeguilla de San Roque, ya que de Orense a Santiago hay una hora mas o menos de viaje. Lo que no sabía yo es que estaba a 90 km de Orense, o sea, a 190 km de Santiago. Cuando me di cuenta tuve que empezar a apretar para intentar llegar a tiempo, cosa imposible con nuestra actual legislación de tráfico, so pena de acabar en la cárcel. De todas formas me las arreglé, pese a que me llovió bastante, para estar en la Bodeguilla de San Roque a los postres y pude acompañarlos con un plato de buen queso con anchoas y pan de verdad ¡qué bueno el pan gallego! regado con un buen par de cervezas. Después de esto, al hotel a deshacer las maletas. Me hospedé en el Miradoiro de Bellvís, sitio donde ya había estado antes con Maricruz y que está francamente bien en relación calidad/precio/situación/amabilidad, y que por ahora es mi hotel de referencia cuando voy a Santiago, porque además tiene un sitio especial para motos y bicicletas, vigilado y cubierto. Por cierto, que allí hice la única foto en la que ha salido la moto en todo el viaje, pero es que no me paro para nada en cuanto me subo.
Una buena ducha y ropa limpia te entonan el cuerpo, así que a dar un paseo por Santiago, que es una ciudad que me encanta, a ver cómo siguen sus piedras. Por lo pronto, las calles bastante desiertas y húmedas ¿serán las lágrimas de aquella niña que lloró por un tuno? Pues lo mismo si y lo mismo no, que para eso estamos en Galicia.
Más piedras y la catedral envuelta en andamios, como la última vez que estuve.
En el inicio de la calle del Franco el bar Dakar. En la otra punta de la calle el bar O Paris. Era clásico hacerse todos los bares del Paris-Dakar y llegar a la Plaza del Obradoiro de aquella manera: a cuatro patas, vamos.
Y de vuelta al hotel me encuentro con un viejo conocido: Alfonso II el Casto, a quien ya conocía de la misma guisa en la Catedral de Oviedo. Unas poses que le ponen al pobre...
El resto de la tarde, ya sin luz, lo dediqué junto con mi amigo Jose Maria y su esposa, a visitas culturales y gastronómicas por los distribuidores de cervezas Estrella Galicia, y a temprana hora, que los mil kilómetros del tirón se notan, a la camita.
El martes lo dediqué por una parte a compromisos laborales, que había que dejar atados los ultimos cabos, y por otra parte a visitar los distribuidores de cerveza que me habían quedado por ver el dia anterior. Comida en un local de la Rua de San Pedro que estaba francamente bien
Un paseo por los alrededores del Museo do Pobo Galego para bajar la opípara comida, incluso con foto bajo un roble, y por la tarde nueva reunión de trabajo para acabar de perfilar los flecos que quedaban pendientes.
Acabada la reunión, una cena ligera (una cerveza y un par de tapas, vamos) y a la cama.
Al dia siguiente, miércoles, juicio a las 10:30 horas. A las 11:30 ya había acabado. De nuevo al hotel a quitarme el traje de juicios y ponerme el de motorista y a las 12 en punto arrancando la moto para volverme a Sevilla. Llueve ligeramente. Mil kilómetros dan mucho para pensar, así que hay que tomarse las cosas con tranquilidad y no empezar a agobiarse. Primero comprobar que todo va bien, que no hay ruidos raros, que el consumo sigue siendo adecuado, que no te pasas con la velocidad, que sin darte cuenta te pasas del límite con mucha facilidad... Cuando ya llevas un rato y lo has comprobado todo empiezas a pensar en media vida, e igual que la carretera se va quedando atrás los recuerdos se te van apareciendo y se van descolgando. No pasa mucho tiempo cuando se enciende la luz de la reserva. Cuando se enciende todavía hay como para hacer unos 60 ó 70 km, así que no hay que agobiarse mucho, pero de todas formas no me gusta apurar el depósito, así que me salgo en Piñor y echo gasolina. Han pasado solo 40 minutos desde que salí. Sigo adelante dándole vueltas a mis pensamientos, viendo el paisaje y esperando salir de Galicia para que deje de llover, aunque de todas formas no es mucha la cantidad de agua que cae.
Un poco más allá entro en Castilla-León y como tenía pensado se acaba el agua. Siguiente repostaje en Montamarta, provincia de Zamora. Son las 15:05 horas y he tenido algo de sueño, que, afortunadamente, me abandona después de echar gasolina y no vuelve a aparecer. No he comido nada, pero tampoco tengo hambre. Ni sed. Sigo a mi paso hasta más allá de Cáceres en que vuelve a encenderse la reserva. Paro en Valdesalor y reposto nuevamente. Son las 17:26 horas.Calculo que ya no tengo que echar más gasolina.
En Mérida me quedo sin sol, que se esconde tres las montañas. Menos mal, porque ya llevaba un rato dándome la lata, que lo llevaba de frente todo el tiempo. Pero también empieza a bajar la temperatura. Tengo que buscarle un termómetro a esta moto. Voy pensando que voy a llegar demasiado pronto. De haber llegado a las 9 más o menos me habría pasado por Los Barriles, pero si llego mucho más temprano me temo que no voy a ir, que una vez que aparque la moto me van a quedar pocas ganas de volver a cogerla.
A las 19:15 horas estoy entrando en la cochera. Solo he tardado siete horas y cuarto, pero es que ni he comido, ni he bebido y ni siquiera he orinado. Eso es un viaje del tirón.
He pasado por las provincias de Sevilla-Huelva-Badajoz-Cáceres-Salamanca-Zamora-Orense-Pontevedra-La Coruña. No está mal. La moto se ha portado fenomenalmente, pero sigo echando de menos el cardan. Eso de tener que engrasar la cadena cada dos repostajes es un auténtico rollazo.
Bueno, lo mismo cuando pase el año, si me recupero un poco económicamente del palo que me van a dar, lo mismo me planteo pasarme a un modelo con cardan como la Trophy SE. Por cierto, esta ya tiene 12500 km y la estrené a principios de abril.