lunes, 20 de diciembre de 2010

231.- AGUA Y POCO MAS

Pues segun parece, llevamos el mismo camino del año pasado. Se acuerda uno de eso del "calentamiento global" con que nos han estado bombardeando los dos últimos años y lo compara con el frio que pasamos el año pasado y con las noticias de estos dias de aeropuertos cerrados por la nieve y no puede uno sino sonreirse. ¿Calentamiento global? UMPT. Por lo que se ve, se han dado cuenta y ya no hablan de calentamiento global, sino de cambio climático. ¡Toma! pues claro que hay cambio climático. Tenemos un cambio climatico cada pocos dias, cada tres meses, y lógicamente, lo tenemos cada cierto numero de años, y a mayor escala, cada x siglos y cada x milenios. Pero eso ha sido siempre así y no depende mucho de nuestro comportamiento, aunque haya quien se hace de oro ejerciendo de agorero.
Meditaciones aparte, el sábado, como no podía ser de otra forma (no me he resistido a poner la cursilería de última moda entre los periodistas) llovía a mares. Parece mentira la de agua que nos ha caido ya este otoño, y todavía nos queda el invierno. El año pasado acabamos como garbanzos remojados y este año vamos camino de lo mismo.
Bueno, al grano, que me enredo. El sábado hacía muy mal tiempo, así que no me llegué a la guarida a cambiar de moto y lo dejé para el domingo, en que los meteorólogos parece que anunciaban una pequeña tregua.
El domingo salí con el oeste despejado y el sur y el este amenazando la que me iba a caer después, pero confiando en la buena suerte y en que los vientos despejarían el panorama, me puse en camino. Hasta Utrera más o menos bien, pero allí ya empezaron a caer algunas gotas en la visera del casco que desaparecieron enseguida. Lo malo empezó un poco más adelante. Por El Coronil ya llovía con ganas; afortunadamente, el carenado de la R100RS es muy bueno y solo me mojaba un poco los hombros. Lo peor llegó en La Nava, un poco antes de llegar a Algodonales, cuando empieza a arrugarse el terreno y la carretera a recurvarse: niebla muy espesa, agua y viento racheado desde el sur. Por lo menos no hacía nada de frio, algo es algo, pero me hice los treinta y pico kilómetros hasta Ronda a paso de tortuga porque, de verdad, no se veía absolutamente nada con la niebla, pero es que además, se me había ocurrido coger el casco AGV, que tiene una visera malísima para el vaho, pero como hacía tiempo que no me lo ponía (está para la jubilación) ni me acordaba, y claro, a la niebla exterior se le unía la interior y ya la teníamos liada.
Cuando llegué a Ronda había establecido un nuevo record de lentitud; dejé la moto fuera esperando a que se enfriara para lavarla y quitarle toda la porquería que había acumulado durante la semana y especialmente en el viaje.

Y dentro no se me ocurrían grandes cosas que hacer. La temperatura había bajado porque el viento ahora soplaba del noroeste y no apetecía mucho desmontar nada, asi que me puse a inventar y a intentar quitar el óxido de los colectores del misil amarillo con un producto que compré hace tiempo y que aún no había probado

No parece hacer gran cosa, pero de todas formas me da igual porque quiero poner los colectores de negro, pero eso será cuando empiece a meterle mano a esta moto, cosa que depende de que los informales del concesionario BMW de Castellón, Garcia Pla Motor, me manden las piezas que quedaron en enviarme cuando cambié la moto por la Sprint (y hace ya más de mes y medio de eso).
Mientras actuaba el liquido (dice en las instrucciones que tiene que hacerlo durante unas dos o tres horas, si no más) me puse a limpiar la R100RS, ayudandome a enjuagarla el sirimiri que estaba cayendo.

La metí dentro para secarla bien y la tapé con su funda para dejarla descansando, que se ha ganado el descanso con el trabajo que ha hecho esta semana, que me llevó a Granada el lunes y me ha estado moviendo por Sevilla toda la semana. En total se ha hecho mil y pico kilómetros esta semana y sin una sola protesta ¡peaso moto!
Me volvía a Sevilla en el misil amarillo, así que le di un repaso a todo (aceite, frenos, etc) y la dejé a la espera de la hora de la partida, soñando todavía con que las nubes se apartaran y se secase la carretera para no ensuciarla mucho.

Y me fui al deporte de los últimos meses: lijar. De esta creo que ya he acabado, por lo menos no aprecio imperfecciones al tacto, aunque seguro que después sí que salen. Me hubiera dado tiempo a imprimar y pintar, pero con el día como estaba, mejor ni pensarlo. Lo dejo para más adelante, cuando el Lorenzo esté fuera.

Aun me dio tiempo a cortar algunas pletinas para hacer unas sujeciones para la cúpula de la R65, pero que aún no le he puesto. Obsérvese la cara de sufrimiento al serrar.

Y ahí se acabó el día. Afortunadamente el tiempo fue benévolo conmigo y para cuando me volví las nubes habían dejado retazos de cielo por los que se asomaban titilando suavemente algunas estrellas y el viento había contribuido a secar notablemente la carretera, de modo que llegué a Sevilla con la moto limpita. A ver lo que dura, que me parece que vamos a tener una semana movidita de agua.

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