Llevo el blog la mar de mal. Desde la última entrada han pasado un montón de cosas. Me quedé en que ha entrado una nueva inquilina, de forma que ahora tengo ocho motos. Si, ocho, porque tenía que haber vendido la R1100S, y de hecho la había vendido, pero el comprador quería hasta que se la asegurara, y hasta ahí hemos llegado; si quieres seguro te lo pagas tú, como hacemos todos. De todas formas la tengo a la venta por un precio muy ajustado en motos.net, así que si le interesa a alguien, ya sabe que la moto está en perfecto estado y tiene un montón de extras.
Volviendo al tema, estrené la nueva Triumph y me esta gustando. Respecto a la anterior Triumph que tuve, la 1150ST, ésta tiene unas cuantas modificaciones, aunque cuando te subes ya sabes que estás con una buena amiga a la que conoces bien. Para empezar ha ganado cinco caballos de potencia, pero la entrega ahora es mucho menos brusca. En la antigua, abrir el gas rápido era sinónimo de levantar rueda o de pegarte una derrapada en mitad de una curva, y ahora no, ahora abres gas rápido y notas una aceleración firme pero mucho más controlada, sin sobresaltos. La otra Triumph era sobreviradora: en cuanto le insinuabas que ibas a tumbar se metía en el interior de la curva con unas ganas que la mitad de las veces había que rectificar. Me acuerdo que Miguel me lo decía: vas mucho más fino con la BMW que con ésta (la Sprint ST). Aquello no era excesivamente molesto, sobre todo cuando había que hacer tramos de curvas muy seguidas, como en el Cupí, pero más de una vez me metía más de la cuenta en una curva, especialmente cuando la cogía después de varias semanas. Ahora le han alargado el basculante unos centímetros, y la moto se ha vuelto mucho menos sobreviradora; ahora es mas normalita, incluso en curvas muy seguidas hasta cuesta un poco meterla bien, pero sin problemas; es muy dulce de conducir, incluso cargada hasta los topes y con pasajero. Otra cosa que ha cambiado es la colocación del escape. Antes iba debajo del asiento y era una preciosidad ademas de sonar de dulce, pero elevaba mucho el asiento trasero, de forma que el paquete no tenía más remedio que echarse encima del piloto, con lo que eso implica, especialmente en las frenadas. Ahora el escape está abajo en el lado derecho; es muy feo, como todos los que hacen ahora, pero suena muy poquito, al menos desde el sitio de conducción, porque los que la escuchan desde fuera dicen que suena muy bien. El manillar también lo han elevado un poco, yo diría que un par de dedos, con lo que ahora es algo menos "sport" aunque todavía cargas bastante en las muñecas. Otra cosa que han cambiado son las maletas. Las anteriores eran muy "monas" pero absolutamente inservibles: media maleta la ocupaba el mecanismo de la cerradura y encima eran pequeñas, así que eran muy poco prácticas. Ahora lleva dos magnificas maletas, de muy buena capacidad, con cerraduras fáciles de usar y hasta bonitas. Ademas un magnifico baúl trasero de 50 litros te permite llevar media casa cuando te vas de viaje. Por este aspecto la moto va estupenda. Mas cosas: al quitar el escape de debajo del asiento, no solo baja la posición del pasajero, sino que te queda sitio para las herramientas, unos pulpos, un kit de reparación de pinchazos... etc. El acceso a la batería, que antes era muy complicado por cuanto quitar el asiento era toda una aventura, ahora se hace fácilmente con la llave de contacto. El consumo también ha bajado bastante en este modelo. A mi paso, que no es lento, y en los casi 3000 km que llevo hechos, la media ha sido de 5,6 litros a los 100 km; un litro menos que en la anterior Sprint, y eso es todo de electrónica, porque el motor es el mismo.
En cuanto a andar, le hice los primeros 800 km en la primera semana para poder cambiarle el aceite y el filtro y quedarme tranquilo para viajar a gusto, y a la semana siguiente, mas concretamente el Miércoles Santo, nos fuimos con la moto a Santiago de Compostela. Por supuesto, del tirón, como siempre.
En Santiago nos quedamos en el Hotel Miradoiro de Belvis y ya no volvimos a coger la moto hasta la vuelta, porque mi colega y amigo José María se empeñó en mostrarnos las Rías Bajas, las Altas y las intermedias, y todo eso lo hicimos en su coche. Por cierto, magnífico anfitrión; le doy las gracias desde aquí por todo lo que nos ha cuidado estos días y por habernos llevado a tantos y tantos sitios, de los que pondré solo unas fotos pero sin enrollarme, que tengo que ponerme al día en el blog y como empiece a contar las maravillas gallegas me pueden dar las tantas escribiendo. Para empezar la vista desde la habitación del hotel era esta:
¿que por donde anduvimos por Galicia? Pues no me acuerdo de todos los sitios, porque era muchísima información, que por allí cada tres casas es un pueblo y entre el cartel de fin de un pueblo y el de inicio del siguiente apenas hay para aparcar una vespa, pero, por ejemplo, estuvimos en el Via Crucis en la Catedral, hasta con botafumeiro funcionando y todo. Por cierto, la Catedral estaba de reformas, de ahí esos andamios.
Por supuesto, comer, comimos, no en vano los gallegos tienen fama de buena comida. Enfrente de un cementerio en no sé qué pueblo, nos pusimos morados de carne a la piedra (a mi me fallaban las piernas al salir de allí, y era de la cerveza o era de la carne, seguro).
Por supuesto, comer, comimos, no en vano los gallegos tienen fama de buena comida. Enfrente de un cementerio en no sé qué pueblo, nos pusimos morados de carne a la piedra (a mi me fallaban las piernas al salir de allí, y era de la cerveza o era de la carne, seguro).
Para el que no lo sepa, estábamos en plena Costa da Morte.
De allí al cabo de Finisterre, o nFisterra que le dicen los gallegos, en el que ya habíamos estado, pero no pudimos ver nada porque había una niebla tremenda.
Esta vez casi se podía ver el otro lado del mar.
Un poco más abajo aprovechamos para tomar una cervecita y empujar la carne para abajo. El sitio se llamaba "Tira do cordel", que en cristiano del nuestro es como tira de la guita.
Otro pueblecito pesquero la mar de mono (imposible acordarme de todos los nombres) y el atardecer.
De vuelta hacia Santiago paramos a ver el Hórreo de Carnota, el más grande del mundo.
Y el sol que seguía cayendo. Se ve que por aquí arriba tarda bastante más en caerse.
De allí a Santiago. Al dia siguiente tocaban las Rias Baixas, así que a dormir rápido y hechos polvo, la verdad.
Al dia siguiente, camino de Pontevedra, un poco más allá de Caldas de Reis paramos en una zona de "muiños" o molinos del rio Barosa. Un sitio muy bonito y agradable.
Salimos de allí sin mojarnos, que ya es mucho, dado que hicimos un poco la cabra por encima de las piedras.
Por cierto, una zona muy buena para el mundial de trial que nos vamos a hacer Roberto, Felipe Pio y yo cuando tengamos las tres máquinas preparadas. ¡Ah! que eso no es de aquí, pero ya lo será.
Un poco más abajo por la carretera, nos enseñaron la discoteca del desguace, donde se juntan todos los maromos y maromas de mediana-avanzada edad en busca de ligue. Cualquier día aparecemos por allí.
Unos kilómetros más abajo estaba Pontevedra. Una ciudad que no conocíamos, aunque una vez pasamos por ella hace algunos años, pero casi ni nos paramos. Vale la pena verla.
En uno de los bares nos tomamos una cervecita con pulpo ¡riquísimo! que no en vano estaba por allí "o pulpeiro" preperándolo.
Despues de un buen paseo que alguna que yo conozco aprovechó para comprarse una chaqueta, nos fuimos a comer a un sitio que no sabría encontrar yo solo, que está en Poio y que se llama Los Tulipanes (creo) en el que nos pusieron una merluza a la gallega exquisita. Alguna se alegró bastante con el Ribeiro ¿o era Alvariño? Ni idea.
A la salida un paso de cebra al estilo Abbey Road.
Y de allí, un poco hacia el oeste, hasta un pueblecito muy bonito: Combarro. Os pongo algunas fotos.
De allí a Sanxenxo con parada en algún sitio cuyo nombre no recuerdo.
Y de allí a la Isla de La Toja, con visita a la Iglesia de Las Conchas.
El cansancio ya iba haciendo mella en más de uno.
Penúltima etapa, que la última sería en Santiago, en Cambados.
En Santiago, como digo, última etapa con unas cervecitas y unas tapas y a dormir, que al día siguiente tocaba viaje y amenazaba lluvia, que ya habíamos tenido bastante suerte con el tiempo, tanta que hasta hemos pasado calor.
Lo dicho, al día siguiente salimos a eso de las nueve y pico de la mañana, tras desayunar, y viendo el cielo bastante plomizo. Al cabo de unos pocos kilómetros empezó a caer un sirimiri que se fue acentuando hasta acabar en lluvia y que nos acompañó casi hasta Hervás, donde paramos a comer algo. Desde allí hasta Mérida empezó a mejorar el tiempo, salió el sol y también empezó a salir el cansancio, que no me importa mucho, pero cuando viene con sueño es lo peor del mundo, porque tienes una pelea continua con los párpados que quieren cerrarse y hasta casi te convencen a veces de que los dejes caer solo unos segundos. Como no podía con el sueño, lo que hice fue salirme de la autovía y meterme por la carretera general, que por lo menos tiene algunas curvas y no es tan monótona como la otra, con lo que el sueño desapareció. Cuando llegamos a Sevilla nos paramos en la Pañoleta y nos dimos un pequeño homenaje. De allí a casa, desmontar las maletas, una buena ducha y a descansar.
¿La moto? Fenomenal. Es muy buena moto. El tiempo que nos estuvo lloviendo, que fueron varias horas, pudimos comprobar que protege bastante bien del agua. Estoy muy satisfecho con ella, de momento, y ya tiene hecho el rodaje.
De allí al cabo de Finisterre, o nFisterra que le dicen los gallegos, en el que ya habíamos estado, pero no pudimos ver nada porque había una niebla tremenda.
Esta vez casi se podía ver el otro lado del mar.
Un poco más abajo aprovechamos para tomar una cervecita y empujar la carne para abajo. El sitio se llamaba "Tira do cordel", que en cristiano del nuestro es como tira de la guita.
Otro pueblecito pesquero la mar de mono (imposible acordarme de todos los nombres) y el atardecer.
De vuelta hacia Santiago paramos a ver el Hórreo de Carnota, el más grande del mundo.
Y el sol que seguía cayendo. Se ve que por aquí arriba tarda bastante más en caerse.
De allí a Santiago. Al dia siguiente tocaban las Rias Baixas, así que a dormir rápido y hechos polvo, la verdad.
Al dia siguiente, camino de Pontevedra, un poco más allá de Caldas de Reis paramos en una zona de "muiños" o molinos del rio Barosa. Un sitio muy bonito y agradable.
Salimos de allí sin mojarnos, que ya es mucho, dado que hicimos un poco la cabra por encima de las piedras.
Por cierto, una zona muy buena para el mundial de trial que nos vamos a hacer Roberto, Felipe Pio y yo cuando tengamos las tres máquinas preparadas. ¡Ah! que eso no es de aquí, pero ya lo será.
Un poco más abajo por la carretera, nos enseñaron la discoteca del desguace, donde se juntan todos los maromos y maromas de mediana-avanzada edad en busca de ligue. Cualquier día aparecemos por allí.
Unos kilómetros más abajo estaba Pontevedra. Una ciudad que no conocíamos, aunque una vez pasamos por ella hace algunos años, pero casi ni nos paramos. Vale la pena verla.
En uno de los bares nos tomamos una cervecita con pulpo ¡riquísimo! que no en vano estaba por allí "o pulpeiro" preperándolo.
Despues de un buen paseo que alguna que yo conozco aprovechó para comprarse una chaqueta, nos fuimos a comer a un sitio que no sabría encontrar yo solo, que está en Poio y que se llama Los Tulipanes (creo) en el que nos pusieron una merluza a la gallega exquisita. Alguna se alegró bastante con el Ribeiro ¿o era Alvariño? Ni idea.
A la salida un paso de cebra al estilo Abbey Road.
Y de allí, un poco hacia el oeste, hasta un pueblecito muy bonito: Combarro. Os pongo algunas fotos.
De allí a Sanxenxo con parada en algún sitio cuyo nombre no recuerdo.
Y de allí a la Isla de La Toja, con visita a la Iglesia de Las Conchas.
El cansancio ya iba haciendo mella en más de uno.
Penúltima etapa, que la última sería en Santiago, en Cambados.
En Santiago, como digo, última etapa con unas cervecitas y unas tapas y a dormir, que al día siguiente tocaba viaje y amenazaba lluvia, que ya habíamos tenido bastante suerte con el tiempo, tanta que hasta hemos pasado calor.
Lo dicho, al día siguiente salimos a eso de las nueve y pico de la mañana, tras desayunar, y viendo el cielo bastante plomizo. Al cabo de unos pocos kilómetros empezó a caer un sirimiri que se fue acentuando hasta acabar en lluvia y que nos acompañó casi hasta Hervás, donde paramos a comer algo. Desde allí hasta Mérida empezó a mejorar el tiempo, salió el sol y también empezó a salir el cansancio, que no me importa mucho, pero cuando viene con sueño es lo peor del mundo, porque tienes una pelea continua con los párpados que quieren cerrarse y hasta casi te convencen a veces de que los dejes caer solo unos segundos. Como no podía con el sueño, lo que hice fue salirme de la autovía y meterme por la carretera general, que por lo menos tiene algunas curvas y no es tan monótona como la otra, con lo que el sueño desapareció. Cuando llegamos a Sevilla nos paramos en la Pañoleta y nos dimos un pequeño homenaje. De allí a casa, desmontar las maletas, una buena ducha y a descansar.
¿La moto? Fenomenal. Es muy buena moto. El tiempo que nos estuvo lloviendo, que fueron varias horas, pudimos comprobar que protege bastante bien del agua. Estoy muy satisfecho con ella, de momento, y ya tiene hecho el rodaje.
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