Bueno, llegaron las Superbikes una vez más, y como viene siendo habitual desde que en 2008 se inaugurase el Circuito de Portimao, precisamente con una carrera del Mundial de Superbikes, no me las iba a perder. Este año he estado dudando casi hasta última hora si iría solo o no, pero finalmente he podido ir con Rocío, que como ella quiere que diga, es mi novia, aunque a mi lo de novios a mi edad, me suena un poquito raro, pero sea: mi novia.
La pega de Rocío es que acaba de salir del concesionario y aún no tiene hecho el rodaje. Calculo que llevaría en moto, antes de salir para Portimao, unos quinientos o seiscientos kilómetros, todos ellos conmigo, y aunque apunta maneras, que al segundo día ya no se movía en las curvas y a la semana ya había pillado eso de avisar cuando se va a subir o a bajar, no dejaba de ser un melón sin catar. ¿Quién me dice a mí que a la hora y media de viaje no empieza a ponerse mala o a cansarse y protestar? Pues nada, le di unas pequeñas nociones teóricas de cómo iba a ser el viaje, de cómo hasta allí llevaríamos una muy agradable temperatura pero al volver pasaríamos calor, mas que nada por la hora, le supliqué (inútilmente, que para eso es mujer) que no llevase mucho equipaje, que apenas íbamos a estar fuera treinta y seis horas y cuando consideré que todo estaba preparado no me quedó más que cerrar las maletas de la Sprint, ponernos los cascos y los guantes y salir para Portimao. Son las ocho de la mañana del sábado seis de junio y la temperatura es agradabilísima para ir en moto. Pongo una velocidad de crucero legal y allá que nos vamos. Van pasando los kilómetros sin cansancio alguno; llevamos los intercomunicadores y vamos cambiando impresiones. Todo transcurre con absoluta normalidad y parece que le gusta el viaje. Paramos en Cartaya para llenar el depósito antes de entrar en Portugal, que la gasolina aquí es algo mas barata que allí, y continuamos. Nada más pasar la frontera, a retratarse, y es verdad, para el peaje. Metes la tarjeta de crédito en una máquina y mientras tanto estas viendo por el retrovisor derecho que una máquina de fotos te está tomando la matrícula. Ahora, cada vez que pases por uno de los arcos electrónicos de la autovia A-22, ¡clink, clink! Caja. Un cartelito al lado del arco te dice lo que te va a costar: 0,85€, 1,50€, 2€... no parece mucho, pero es que hay muchos arcos y cuando echas cuentas te han soplado un pico.
En poco más de lo que he tardado en escribir esto, estábamos llegando al Circuito.
Todo perfectamente organizado. La entrada a las bilheteiras con acceso exclusivo para motos y aparcamiento en la misma puerta. No hay mucha gente pero ya se oyen motos de los entrenos libres pasando por la recta de meta. Rocío me mira abriendo los ojos como platos y con una sonrisa en la cara. Le gusta esto, y más le va a gustar cuando entremos.
A la entrada nos regalan una funda de casco de alguna empresa bancaria que ahora mismo no recuerdo, y que nos va a ir de perlas para llevarnos la comida y los refrescos al día siguiente.
Compramos las entradas en pocos minutos (no hay colas) y ya podemos irnos a ver los entrenamientos. Antes me asomo a ver la BMW R1200RS que está allí dentro expuesta y que, la verdad, me ha entrado por los ojos.
Hemos tardado mucho menos de lo que yo esperaba en llegar y como ademas nos han quitado una hora al pasar la frontera, pues resulta que es tempranísimo.
Hemos tardado mucho menos de lo que yo esperaba en llegar y como ademas nos han quitado una hora al pasar la frontera, pues resulta que es tempranísimo.
Decidimos entrar por el portagem tres, que es el que nos va a llevar a las curvas 2 y 3 y andando un poco a la parte trasera del circuito, que es la más bonita, aunque este circuito, todo él, es una maravilla.
Dejamos la moto en la misma puerta, guardamos todos los bártulos y ya estamos listos para entrar. Nos vamos a la curva 2 y nos sentamos a esperar que empiecen los entrenamientos.
Y enseguida empiezan los de Supersport. Os pongo aquí algunas fotos para que os hagáis una idea, sobre todo de lo vacío que estaba el circuito.